LUIS GIL SALGUERO
donarla jamás. El sabio no vuelve la espalda ante ninguna cuestión. Se diría, sin embargo, que su ra- zón es inoperante. Trabaja en hondísimo proceso de racionalización, y en planos y desdoblamientos de la realidad, tan hondos, que se pregunta uno por qué milagro ha podido “salvarse en esos casos, con la razón, la vida”. Trágico, dramático, toma una como apariencia de vacilación. Está frente a la realidad entera y cabal, a lo tenebroso e infor- me. Creemos que desmayará; que cesará el apor- te de energía psícuica, o ingresando en la fatiga comenzará el proceso generalizador, otro invento de los hombres, para ahuyentar el “ensueño inquie- to de la vida” y olvidar las incongruencias reales. Discordancias reales, oposiciones concretas y esas otras, fruto del error y del prejuicio, que forman con aquéllas, en tumultuosa confusión, una malla intrincada y rígida. Será preciso separar lo cier- to de lo incierto, lo real de lo imaginario, y rom piendo la urdimbre del hábito y del prejuicio, ini- ciar la labor de racionalidad. Imantados por lo real, sufriendo la atracción de lo real, operará el pensamiento concreto. Labor y exigencia de com- prensión, filosofía; sabiduría demasiado certera, que conduce a extremos peligrosos, a bordes y bo- cas de abismos crecientes, contínuas y voraces. Atemorizado, despavorido, huye el hombre ante la presencia de una bestia salvaje; pero ante el mar, en el mar mismo... En la imponente tarea
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