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VI


Fué indecible nuestra satisfacción cuando comprobamos que habíamos alcanzado á punto tan avanzado.

Nos hallábamos pues, al pié de la precordillera, habiamos salvado las dificultades de ese muro inmenso de granito, que separa la playa del mar Atlántico de los valles hermosos estendidos en verdes y estensas ondulaciones en la proyección de suave descenso de los Andes; quedaba relevado hasta allí el curso desconocido del rio Chubut, habiendo sido situada, hasta donde era posible, la región inmensa que dejábamos á nuestra espalda; no habia ocurrido desgracia alguna, el espíritu investigador de mis compañeros de esfuerzos, se templaba á medida que avanzábamos, — y todo auguraba hasta ese momento un halagüeño resultado.

Natural era entonces que estuviésemos contentos de nuestra obra.

Por esto, deglutiendo la carne asada, fresca y sabrosa del guanaco, pendiente en el gancho del clásico asador de fierro, cuya punta clavada en el suelo se levantaba á quinientos cincuenta metros sobre el nivel del piso de nuestro comedor en el pueblo de Rawson, — meditábamos