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me encargó un poco de añil para la vuelta. Ya estábamos en la rejion de bosques; habiamos dejado la pampa definitivamente. Saliendo de allí, cerca de la casa de un indio cristiano, llamado Hilario, Cárdenas nos mostró los restos de un atiguo fortín español; un poco despues llegamos al balseo; Guaraman pasó en una canoa todos los bagajes i las monturas, los caballos atravesaron nadando i nosotros los últimos en la canoa. Ensillados los caballos nos pusimos en camino, orillamos una lagunita llamada Queñi, encontramos una bajada mui difícil que nos obligó a apearnos, i al fin a las seis de la tarde acampamos al pié del boquete.

Allí se nos juntó un individuo de la figura mas estraña: era mi hombre Hércules, mui bien parecido, vestido con una camisa lacre, un chiripá i una gorra de cuero de zorro; un enorme puñal adornaba su cintura; su idioma era medio español i medio indio. Por el tono familiar con que se dirijió a Cárdenas, comprendimos que debian ser conocidos: luego supe que era su hermano Pedro, conocido en Valdivia con el nombre de Motoco: víctima de su jenio iracundo, no podia pisar el suelo valdiviano i vivia hacia dos años en los toldos del cacique Huitraillan con el cargo importante de secretario. Traía algunos caballos para venderlos en los primeros potreros: no podia pasar mas adelante. Mucho nos divirtió la relacion que nos hizo de algunos episodios de su vida.

En la noche como solo teniamos el aparejo del macho para dormir, sentimos mucho frio; no obstante que dormiamos tres en la misma cama: hubo mucho rocío.

15 de enero.—Al amanecer, salimos del alojamiento i subimos una cuesta de mucha pendiente, hasta llegar a una meseta circular, llamada Inihualhue, rodeada de hayas antárticas i cubierta de manchas de nieve que derritiéndose daban oríjen a un bonito riachuelo que ' serpenteaba por el cesped. Allí hicimos alto, i vimos pasar varios Pehuenches con cargas de aguardiente; montamos a caballo i bajamos la pendiente Oeste por un camino horrible, cubierto de nieve, obstruido por troncos de árboles i lleno de hoyos ocultos por la nieve, en donde hombres i caballos a cada instante corrian peligro de romperse las piernas.

El caballo que montaba yo, era Pehuenche, nunca habia andado por esta clase de caminos: acostumbrado a los llanos de la pampa, al bajar el primer escalon de Inihualhue, sintiéndose resbalar, se encabritó de tal modo en la pendiente, que me disparó a mas de cuatro varas en el suelo, me azotó la cabeza en un palo i quedé un rato como aturdido;