insólito i contra las formas de las costumbres cristianas, llegó a los oidos del juez i vino la órden a Matias Gonzalez de comparecer ante el inspector de Arique. Sorprendido Matias en medio de sus ocupaciones campestres, imploró mi asistencia para que hiciera algo en su favor, prometiéndome en cambio acompañarme a la otra banda, i contar a los Pehuenches como se le habia querido castigar por haber dado su hija a uno de ellos, pero que el ingles, como solían nombrarme, le habia librado de muchas persecuciones. Tomé informes respecto de la niña, los vecinos me dijeron que en nada habia sido forzada, i que tenia hacia tiempo íntimas relaciones con el Pehuenche. Por otra parte, estaba hecho el daño, la muchacha iba a ser pronto madre. Rigores para con Matias lo hubieran echado todo a perder, e irritado a los indios ya tan prevenidos en contra mia. Hice cuanto estuvo de mi parte en beneficio de Matias, i gracias a eso fué puesto fuera de causa; pudo entonces dormir tranquilo i pensar en vender su otra hija, o para hablar con mas política, conceder su mano al honrado Juan chileno. Todas esas pequeñeces tenian su importancia: en política como en diplomacia, no hai cosas pequeñas, como lo prueba el grano de arena que se encontró mui a proposito para la Francia, en la vejiga del Lord protector de Inglaterra, Oliver Cromwell. Las calumnias de Melipan habian hecho mui difícil mi posicion en la otra banda i se necesitaba toda la diplomacia de un Talleyrand para mejorarla un poco.
17 de febrero.—Por fin llegó Gregorio Cárdenas de la Union, i como tenia ya los caballos necesarios, nos preparamos para marchar al dia siguiente.
18 de febrero.—El miércoles, desde el alba, se pusieron en camino los Montesinos; nosotros ibamos a seguirlos despues de haber hecho un lijero almuerzo. Ya teniamos el pié en el estribo, cuando vimos llegar a toda carrera al honrado juez de esa comarca, don Bonifacio Vasquez: corría persiguiendo a su criada, una chola que habia caido en las redes amorosas tendidas por el astuto Manuel Montesinos, i se huia con este indio para ir a la otra banda a participar de su toldo i prepararle todas las mañanas el clásico asado de caballo. Eso nos contó Bonifacio, despues de haber apaciguado su emocion con un trago de aguardiente que le pasó el dueño de casa, trago que talvez le hizo cambiar el curso de sus ideas, porque al preguntarle si se pondria en camino con nosotros para perseguir a la infiel criada, me contestó con mucha sangre fria, que ya estaba hecha la desgracia, i que por otra parte, tenia muchos miramientos