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un caballo se desbarrancó de una altura de cuatro varas; pero felizmente nada le sucedió. No hai palabras para dar una débil idea de lo que es esta infernal ascension. Pasamos varias vertientes i llegamos a la cima del primer escalon. Como en el boquete de Nahuelhuapi hai tres escalones hasta la cima. Los cambios de la vejetacion se manifiestan del mismo modo: el coigüe es el árbol que alcanza hasta las rejiones de la haya antártica que principia como a 500 metros; la acompaña por algun tiempo i cesa enteramente: solo arbustos se ven en adelante: el canelo, planta pequeñita, el ciruelillo, solo de algunas pulgadas, mientras que abajo éstos son árboles de alguna magnitud. La haya antártica solo en la rejiones de las nieves se manifiesta con esas ramas de formas caprichosas que he descrito en el paso del boquete de Nahuelhuapi. Aunque la pendiente es mucho mayor en los otros dos escalones, pudimos pasarlos mas prontamente, porque la vejetacion siendo menor, las cargas no se enredaban tanto. Al fin como Dios es grande i Mahoma su profeta, i que hai un dios para los caballos, como hai uno para los borrachos, alcanzamos la cima sin accidente alguno, pero sudando sangre, cansados, casi cortados. Descansamos un rato i bajamos el primer escalon, en seguida el segundo, i llegamos a Inigualhue. Aquí como en el cerro Doce de febrero i el de la Esperanza, en el boquete Perez Rosales, se hallan mesetas con pequeñas lagunas, producidas por las nieves: en ese tiempo, solo ahí habia nieve; en los demas puntos se habia derretido.

La meseta de Inihualhue es circular, una yerba menuda tapiza el suelo sumado por un riachuelo que corre con suave murmullo: cerca, a la derecha, se veia un cerro grande con nieve en la cima: nos detuvimos para dejar descansar los caballos i acomodar las cargas. Luego en un círculo que hai trazado a la derecha, como de tres metros de radio: cada una de las personas de la comitiva con mucha seriedad, dió tres vueltas en un pié: esta ceremonia asegura el éxito del viaje a todo viajero que atraviesa el boquete, tanto para Valdivia, como para las pampas. ¿De dónde viene esta costumbre perpetuada por la tradicion? nadie lo sabe; pero todos la cumplen con escrupulosa exactitud. El círculo tiene como dos pies de profundidad, i parece ahondado solo con la repeticion de la ceremonia. Nosotros conformándonos con la costumbre, dimos tambien las tres vueltas en un pié. La altura de la cima, señalada por el barómetro aneroide que llevaba es de 922 metros.

Listos los caballos i las cargas, principiamos otra vez a bajar; el descenso no era tan violento como al principio de la cuesta de Lipela: