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obstinada con que los índijenas se oponen ala civilización, añade: es harto sensible que a tan obstinada resistencia, se acuse de haber contribuido en mucha parte con sus perniciosos consejos a varios españoles, interesados en esplotar por sí solos el comercio con los de indios, i consiguiente, que ellos se mantengan en la barbarie. La cosa no ha cambiado como lo prueba la condudcta de Montesinos i de Martinez.

Apenas nos separamos de este último cuando una lluvia mui fuerte principió a caer.

Lo que me inquietaba no era el ser mojado, pero tenia en mi carga muchas cosas que se podian echar a perder con la lluvia; me consulté con la jente para deliberar sobre el asunto, i todos fueron de parecer que alojásemos un poco mas abajo de la tumba del otro Pehuenche, en una pampita, donde podian pacer los caballos, i en donde un estero que viene de la cordillera, nos proporcionaría agua a discrecion. Nos hallabamos casi en la mitad de la bajada; llovía a cántaros. La primera cosa que hicimos, fué construir unos toldos con coligües: tres ramas encorvadas se fijaron en el suelo i tejidas con otras puestas encima, formaron el esqueleto; se cubrieron con ponchos i jergas; de ese modo nos proporcionamos un abrigo para poder pasar la noche, mal que mal. Tigre, nuestro perro, que no tenia ninguno de los gustos acuáticos de los perros de Terranova, se acomodó en el tronco hueco de un árbol que le proporcionó un asilo perfectamente apropiado a las circunstancias. Esto no era lo bastante, era preciso encender fuego; todo estaba mojado, pero por fortuna el mozo Cárdenas se había llenado los bolsillos con palo podrido. Sacamos fuego con el eslabon, i un rato después, cerca de un fogon brillante de coligües, calentábamos nuestros miembros entumidos. Esto me reconcilió un poco con este arbusto que tantas veces nos había hecho arrojar imprecaciones en el camino. El coligüe crece derecho como una lanza; nudos igualmente distantes, forman anillos en esta caña, que es de un color amarillo, cuando es viejo el arbusto. Las hojas punteagudas del coligüe se conservan siempre verdes, aun en el invierno; i ofrecen un pasto constante para los animales. Se dice que los leones americanos se contentan con él, cuando no tienen otra cosa que comer. El palo sirve de mango para las lanzas de los indios. Seco arde chisporroteando, i da una viva luz; los indios lo usan como antorchas para alumbrarse. Esta planta tiene bastantes títulos para la consideración pública, pero tantas veces en nuestro viaje, el Coligue nos habia casi cegado o despanzurrado, que