Página:Viaje en las rejiones septentrionales de la Patagonia.djvu/155

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rándome de él, tomé el rumbo que poco mas o menos, debiamos seguir hasta los toldos de Huincahual, es decir, al Sureste. Entramos en un valle por donde corre un riachuelo cuyo nombre no supimos, cuyas orillas están cubiertas de espesos manzanales. El fondo del valle se eleva hasta un cerro, desde donde se ve un precioso paronama. Es mui estenso: mirando hacia el Norte veiamos dibujarse a nuestra izquierda la cresta central, de la cordillera, en cuya estremidad, un poco afuera de su direccion jeneral, dominando las montañas vecinas, con su cabeza nevada, se encuentra el volcan Lagnin o de los Piñones: al pié de esas montañas está el valle de Huentrupan. En el lugar situado perpendicularmente abajo de la cresta en donde juzgábamos que estaban los toldos de Huentrupan, aparecia un pequeño cuerpo de agua, que por su posicion relativamente a nosotros, creimos debia ser una parte del lago de Lacar; pero Motoco, a quien hablamos de eso, nos dijo: que era otra laguna llamada Quilquihué, de donde sale el Trepelco, rio que va a echarse en el Pihualcura, afluente del Chimehuin. Despues de haber pasado esta altura, llegamos a una meseta que atravesamos por espacio de algunas millas, al fin de la cual bajamos a una quebrada. Arriba de esta quebrada se ven prismas basálticos.

A la bajada de la quebrada, principiaba el valle del Yafi-Yafi,. Muchos esteros que habiamos hallado llenos de agua en nuestro último viaje, estaban ahora secos. El valle está bordeado a derecha e izquierda por lomas que lo unen, con la gran meseta que se ve en el mapa; prismas basálticos en la cima de las lomas, parecen pretiles hechos para contener las tierras de la meseta. Atravesamos dos o tres veces el rio; al fin, a la noche, Viendo a cierta distancia una caballada, nos detuvimos ántes de alcanzarla, i resolvimos pasar la noche en ese lugar.

Hueñupan fué a reconocerla, i volvió diciendo que era de un indio, pariente i conocido suyo.

24 de febrero.—El dia siguiente, al salir encontramos el toldo del indio de la víspera; tenía consigo una numerosa caballada. Entré en arreglos con él para comprarle un caballo. Me vendió por ocho pitrines de añil uno que decia ser excelente choiquero: así llaman los indios a los caballos que usan para cazar los avestruces. Debo decir aquí, como un razgo de sus costumbres, que todo el tiempo del cambalache, el pehuenche consultaba a su mujer, i ademas, iba a concluirse el trato, cuando la china puso por condicion que se le diese a mas algunas chaquiras, so pena de romper el trato. Esto probará que la mujer

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