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dos o tres pasos atras, i encajonádose en el compartimento de su uso; flanqueado por su segunda mujer, (la primera i todos sus hijos estaban ausentes) tenia a su lado, resuelto a defenderlo contra los ataques de los borrachos, el barril, en donde quedaba todavia un poco de aguardiente para la sed del dia siguiente. El que mas bebió fué un indio Huaicurú de Magallanes, éste parecia ser el mas vicioso; no obstante que ya habia recibido una dura leccion por sus excesos en una borrachera anterior; no habiendo podido llegar a su toldo a causa del estado de embriaguez en que se hallaba, durmió en el campo, los perros lo atacaron i le comieron algunas pulgadas de los muslos; el no sintió las heridas; al otro dia lo encontraron bañado en sangre i casi exánime. Para precipitar la convalescencia, esta vez habia bebido por ocho. Al fin, se concluyó el combate, no por falta de combatientes, pero por falta de municiones. Todo acabó bastante bien, sin embargo, no dejaron de haber algunos puñetazos, rasguñones i algunos cachazos distribuidos aquí i allá; pero no siempre se pasa de esta manera. No es raro que corra la sangre; i cuando sucede tal cosa, el pobre herido no tiene que esperar compasion de los indios; el alcohol los pone insensibles. Las mujeres lo cuidan llevándolo a un toldo, i para aliviarlo se sangran ellas mismas los brazos i las piernas. No creo que este remedio alivie mucho al paciente, pero es una prueba de interés a la cual no lo falta su sensibílidad.

1.º de marzo.—Al dia siguiente, el sol al asomarse, solo alumbraba caras embrutecidas, pero parece que les devuelve la memoria a los indios: uno tiene vergüenza de las riñas que ha querido armar a su mejor amigo, otro se arrepiente de excesos de jenerosidad imprudente. Es preciso decir, que bajo la influencia del aguardiente, los indios son atacados de súbitos accesos de jenerosidad, i digamos en su honor que nunca al dia siguiente vuelven a tomar lo que han regalado en el anterior. Nos refirieron que un indio, hace algun tiempo, habia regalado casi todos sus caballos en una borrachera, i que a la mañana se despertó sin un caballo para su uso. Soportó con valor las consecuencias de su imprudente jenerosidad. No llegó a ese punto la borrachera que presenciamos. El único que sacó alguna ventaja, fué nuestro amigo Celestino Muñoz: Inacayal dijo a un indio que le regalase un bonito poncho que llevaba, i el mismo le obsequíó un caballo overo.

Si hubieran tenido aguardiente, los indios habrían seguido emborrachándose hasta la completa absorcion del licor, pero no habia mas. A las orjias de bebida, sucedieron las orjias de comida. Es