su pié, de un lado el Peulla i del otro el rio Frio que serpentea en el llano con sus aguas de un blanco turbio, descansa de su rápido curso en la laguna Fria, mancha blanca sobre el verde de la vejetacion i va en seguida a perderse en numerosas vueltas al lago de Nahuelhuapi. Tenia delante de mi dos cursos de agua tributarios de oceanos distintos: el Puella corriendo por el lado oeste de los Andes hácia el Pacífico, i el rio Frio dirijiéndose al Atlántico. Cerca de la laguna Fria, pero mas elevado, otro lago pequeño ostentaba como azulado espejo sus cristalinas aguas: era el de los Canqueñes: con cuyo nombre lo bautizaron los primeros esploradores. Haciendo una media vuelta i mirando en una direccion opuesta, tenia a mis piés el lago de los Huanacos, cubierto casi enteramente por la nieve, i mas abajo apercibia el lago de Nahuel-huapi. Mas al Este, el horizonte de un azul claro sobre el que dibujaban sus crestas las montañas que rodean el lago, diadema de agua azuleja colocada en la sien de los Andes por la mano poética de la naturaleza. Tenia, pues, delante de mí el camino que debia conducirme por el Rio Negro a las orillas del Atlántico. Tenía a la vista el lado oriental, cuya esploracion era desde algunos años el objeto de mi pensamiento i el fin de mis deseos.
Atravesamos los campos de nieve que asustaron a los hombres que habian venido anteriormente: yo caminaba adelante para darles el ejemplo; en algunos puntos nos sumíamos en la nieve hasta los muslos, pero luego nos familiarisamos con este ejercicio i con grande algazara principiamos a bajar dirijiéndonos hácia el lago de los Huanacos situado entre el cerro de la Esperanza i del Doce de Febrero: su forma es triangular, estaba cubierto de nieve, solo un pequeño espacio desnudo en el que nadaban algunos patos, indicaba lo que era. Orillándolo por la izquierda, llegamos a su desagüe que se echa en el de Nahuel-huapi. En una protuberancia pequeña alojamos, se cortó bastante leña para neutralizar con un buen fuego el frio de la nieve que nos rodeaba.
28 de diciembre.—La noche fué sumamente fria, i llovió un poco; entumidos principiamos otra vez el descenso, luego entramos en la rejion de las quilas, despues, aparecieron los coigües, atravesamos tres pantanos en donde crecía un poco de yerba i que nuestros hombres luego decoraron con el nombre pomposo de "Potrero de los Huanacos; nos detuvimos varias veces para buscar las macheteaduras antiguas que nos servían de guia, atravesamos varias quebradas difíciles, bajamos a una profundidad por donde corre el desagüe de la laguna de