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lo que parecia el continente i una isla; a la derecha, en el punto mas avanzado, una punta que presumiamos fuese la punta San Pedro del doctor Fonck, teniendo a su lado una bahía o canal bastante profundo: mas léjos de la ida situada al norte, divisabamos a lo léjos otra boca que se estendia en línea recta del punto en donde estabamos. El camino mas corto, era en la direccion de los dos estrechos, pero el ménos seguro. Apenas lo hubieramos intentado, teniendo a la vista un mapa detallado del lago; con mayor razon en las circunstancias en que nos hallabamos, navegando en un mar en miniatura, cuyos escollos nunca se habian reconocido; tai rumbo hubiera sido una locura; me resolvi entónces a tomar un término medio dirijiéndonos en linea recta a la Punta San-Pedro; i desde allí, teniendo a la vista un panorama mas estenso, podria decidirme respecto del nuevo rumbo que seguiríamos: hicimos eso. El viento era en popa: como a cuatro quilómetros del punto de salida pasamos a la derecha i como a 500 metros de la isla setentrional, en donde bajó en otro tiempo el padre Melendez, i de donde se habia dirijido al canal que rodea la Punta San-Pedro, al frente de este canal, se concluye la larga ensenada, que principia en Puerto Blest. Teniamos a la izquierda una gran bahía cuya direccion jeneral era Nor-Oeste i a nuestra derecha la Punta San-Pedro. Pero apenas habianos llegado a la altura de esta punta, cuando los dos botes remolcados se sumerjieron: tuvimos solo el tiempo necesario para refujiarnos en una ensenadita situada en la misma punta de San-Pedro. Allí nos ocupamos en reparar el desastre, habiamos perdido solamente algunos sacos de harina i de charqui.

Miéntras que los peones remediaban la averia, pudimos nosotros contemplar el panorama que teniamos a la vista. Al frente se estendia, al Nor-Oeste la gran bahía, de la cual hemos hablado, bahía guarnecida de siete islas: la mayor de ellas se estendia tambien al Nor-Oeste i estaba pegada a la orilla oriental. Las islitas que se divisaban en el fondo tenian un aspecto encantador; el fondo mismo de la bahía parecia formado de tierras bajas; i de léjos se hubiera dicho, al ver los árboles que la adornaban, que en las orillas habia alguna habitacion i campos cultivados. La ilusion era completa, los arbustos, cuya altura disminuia con la distancia, parecian de léjos campos de trigo verde, i algunas manchas amarillentas, pintadas en las cordilleras situadas atras, mieses de una madurez mas avanzada.

En el punto en donde desembarcamos, notamos ya algun cambio en la vejetacion: habia un pino que no conocieron los marineros i algunas plantas espinosas.