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asegurar los bastimentos, porque los arboles ya no despiden su corteza, y fué preciso supliesen los bordillos de la gente [1].

Dia 27 del mismo

Por la mañana seguimos al leste y a corta distancia encontramos un cerro redondo a cuia falda se hallan unos prados, y desde el mas alto descubrimos dos lagunas al leste, y otra al


    los ruidos i truenos no ocurren con la misma frecuencia e intensidad que en el Tronador.
    Hemos tomado nuestra descripcion de la falda Norte del Tronador, mientras Menendez le observa aquí en su pendiente austral que no ha sido reconocida todavia por ningún otro esplorador. Como nota en esta parte los mismos truenos que en aquella, es probable que las dos pendientes no se diferencien esencialmente una de otra.
    La hermosa vista del Tronador que acompaña este volúmen, dará una escelente idea del fenómeno en cuestión i del aspecto de este "jigante tehuelche" envuelto en su capa de nieve, que se encumbra sobre los Andes australes. La debemos al lápiz de mi amigo, el inmejorable artista D. Fernando Hess, quien la dibujó en nuestra espedicion a Nahuelhuapi en 1856. Juzgo esta preciosa vista, a mas de ser instructiva, digna de figurar como ilustracion a los viajes de Frai Menendez. Deploro hasta hoi la muerte de mi intelijente i buen compañero, acaecida en mayo de 1878. Fué mui sensible también que se perdiera para siempre otra vista no menos notable, un panorama de gran parte del lago Nahuelhuapi, tomada por Hess en el último punto alcanzado por nuestra espedicion en la península de San Pedro. No se habia reproducido, pero se conservó largos años en la Oficina de Obras Públicas, hasta que fué consumida por las llamas en el incendio del edificio del Congreso.

  1. El diccionario no trae la interpretación de la palabra "bordillo" ni la hemos oido en Llanquihue. Solo Malaspina [n 1] menciona los bordillos, una clase de ponchos ordinarios, que valian solo $1, entre los productos de Chiloé que se esportan para el Perú, fuera de dos clases de ponchos finos i de precio subido.
    Los espedicionarios echaban mano de estas piezas de abrigo para resguardar los víveres de la lluvia. Según D. Enrique Simpson (Espediciones de la "Chacabuco" 1870) la ropa de la tripulacion suele ser insuficiente para protejerse contra una lluvia fuerte. Menendez se ocupa repetidas veces del método para guarecerse contra la lluvia, el cual tiene cierta importancia para todo viajero por relacionarse con la conservacion

  1. l. c. p. 595.