Determinó volverse a su departamento, y halló que le habían capitulado por omiso en sus obligaciones, y habían provisto su plaza en un paje favorito del vicealmirante Publícola. Visto esto, tuvo que retirarse a su casa, y se estableció en una pequeña hacienda que poseía lejos de Roma, donde acabó sus días. Deseando averiguar lo cierto de su historia, pedí que compareciese Agripa, almirante de la armada victoriosa en aquel combate, y confirmando la verdad del caso añadió otras circunstancias que la modestia de!
capitán había omitido.
Como cada uno de estos personajes se presentaba según había sido en el mundo, noté con dolor cuánto ha decaído el género humano en el discurso de un siglo, y qué alteraciones ha producido el desenfreno con todas sus funestas consecuencias desfigurando los rostros, disminuyendo los cuerpos, encogiendo los nervios, dilatando los músculos, apagando los colores y corrompiendo la carne en los ingleses.
Quise ver, por último, algunos de mis antiguos paisanos cuya sencillez, sobriedad, justificación, valor y amor a la patria, todo es tan ponderado. Los vimas no pude distinguirlos de los del día, que venden a buen precio sus votos para la elección de diputados del Parlamento, y que sobre este punto pueden com petir en destreza y manejo con el más fino.
VIII
REGRESO DEL AUTOR A MALDONADA.-EMBARCASE PARA EL REINO DE LUGGNACG.-A SC ARRIBO ES ARRESTADO Y CONDUCIDO A LA CAPITAL.-CÓMO LE RECIBEN.
Habiendo llegado el día de nuestra partida, me despedí de Su Alteza el señor gobernador de Glubbdubdrid, y volví con mis dos compañeros a Maldonada, en donde, pasados quince días, me embarqué
