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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

clamarla á todas horas, en todos los tonos y en todos los terrenos… Cuanto más se ahonda en el espíritu de sus escritos, mayor es el convencimiento que se obtiene de que no era un filibustero[1], sino un justo, un patriota, que, con perfecta noción de la época en que vivía, no anhelaba más sino que España diese á Filipinas los Derechos que provienen de la Libertad, y que los españoles mirasen á los filipinos, no como á monos, sino como á hombres, ya que no como & hermanos, que era lo cristianamente equitativo.

Seguía en Londres, estudiando con ahinco el confuso pasado de su patria. Allí trabó amistad con D. Antonio María Regidor, su paisano, á quien diariamente visitaba[2]. Lo de menos para Rizal era, si se quiere, la lucha política á que le arrastrare la campaña de los frailes y de los partidarios de los frailes: en La Solidaridad respondía, con mucha moderación casi siempre, á los principales ataques que le dirigían, y sobre todo á los que iban dirigidos contra sus paisanos; pues no parecía sino que se consideraba en el deber de resumir en sí toda su raza, y que no tenía otra misión que defenderla. Otras impresiones, de índole moral, debieron de afectarle mucho más, empujándole por la pendiente del acentuado pesimismo en que la fuerza incontrastable de los hechos le había colocado. Hay en La Solidaridad del 31 de Julio de 1889 un artículo anónimo (pero evidentemente escrito por Rizal) que mana sangre, y no por el lenguaje, que no puede ser más reposado, sino por la espantosa iniquidad que en dicho artículo se denuncia. Titúlase Una profanación, y comienza:

«En el pueblo de Kalamba, provincia de la Laguna (Filipinas), murieron del cólera el 23 de Mayo próximo pasado dos vecinos, ambos principales y muy respetados y queridos de sus compoblanos. El ataque del cólera fué tan rápido, que murieron en menos de veinte ho-


  1. Entre los varios elocuentes elogios que de Rizal ha hecho el insigne Prof. Unamuno, hállase el que sigue:— «Al mismo Rizal, tan amante de España, tan ilustradamente amante de ella, le colgaron el plibastiero, el filibustero. Y se lo colgaron porque la amaba con inteligencia, y no con ese amor ciego y bruto que no es sino una energía huera, enamorada de una unidad tan huera como ella; no con ese amor instintivo y que, como el toro, se va tras la capa, ese instinto que al sentir «que tremola sin baldón la bandera roja y gualda, siente frío por la espalda y le late el corazón», según reza la tan conocida como deplorable cuarteta. La cabeza le latía al pensar en España, y el corazón según la cabeza y no por corrientes medulares.» —Más sobre la crisis del patriotismo: artículo publicado en Nuestro Tiempo, número del 10 de Marzo de 1906.
  2. «De Regidor [Antonio] era amigo sincero. Se conocieron en Londres, y Rizal, durante su larga residencia en Inglaterra, iba á visitar á Regidor con regularidad, departiendo con él de una á dos horas diarias. Sus corazones palpitaban al unísono, y sus almas comulgaban en los mismos ideales y en análogas esperanzas.» —Filipinas ante Europa; núm. 9: Madrid, 28 Febrero 1900.