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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

que de España quedase en el Archipiélago una tradición honrosa[1]. Pues bien: á D. Sinibaldo de Más se le ha catalogado entre


  1. La cita es larga, pero debemos reproducirla, con tanta más razón cuanto que son rarísimos los españoles que conocen el texto de la tercera parte de la obra de D. Sinibaldo de Más intitulada Informe sobre el estado de las Islas Filipinas en 1842 (Madrid, 1843). Dice así:
    «Al cabo de algunos años, cuando esté la población desbastada suficientemente, se formará una Asamblea de diputados del pueblo para que celebre sesiones en Manila durante dos ó tres meses cada año, en las cuales se tratará de los negocios públicos, particularmente de las contribuciones y presupuestos; y después de algún tiempo de tal educación política se podrá sin temor retirar nuestro Gobierno, fijando antes el que haya de quedar establecido, que probablemente sería alguna Constitución análoga á las de Europa, con un príncipe real al frente escogido de entre nuestros infantes.
    »Mi tarea está concluida. Cuál de los planes arriba analizados sea más justo conveniente seguir, no me toca á mi recomendar, cuanto menos próponer.
    »Añadiré, sin embargo, una página para emitir mi opinión como individuo de la nación española. Si yo hubiese de elegir, votaría por el último. No sé qué beneficios hayamos reportado de las colonias: la despoblación, la decadencia de las artes y la deuda pública nos vienen en gran parte de ellas. El interés de un Estado consiste, á mi modo de ver, en tener una población densa y bien educada; y no hablo solamente de educación literaria y política, sino de aquella general que hace á cada uno perfecto en su oficio, quiero decir de aquella que constituye á un ebanista, tejedor ó herrero, el mejor ebanista, tejedor ó, herrero posible. El mayor o menor número de máquinas es en nuestro siglo un termómetro cuasi seguro para conocer el poder de los imperios.
    »Una colonia no puede ser útil sino con el fin de llenar algunos de estos tres objetos. Hacer de ella un país tributario para aumentar la renta de la metrópoli (como efectúa la Holanda por medio de un sistema compulsivo y exclusivo); erigirla en segunda patria y sitio de emigración para la población sobrante (como son más particularmente la Australia, Van-Diemen y Nueva Zelandia); en fin, procurarse en ella una plaza para expender productos de las fábricas nacionales (que es el principal blanco de los establecimientos ultramarinos modernos). Para el primero ya hemos visto que las Filipinas son un pobre recurso y lo serán en mucho tiempo, y no me admiraré de que antes de perderlas nos cuesten, al contrario, algunos millones; para el segundo son innecesarias, pues no tenemos población sobrante de que descargarnos; y para el tercero inútiles, pues carecemos de manufacturas que exportar. Barcelona, que es el país más fabril de la Península, no tiene con ellas la menor comunicación directa; todo lo que se lleva allí desde Cádiz consiste en un poco de papel, aceite y licores; si no fuese por el tabaco, y los pasajeros que van y vienen, uno ó dos buques anuales bastarían para encerrar todas las especulaciones mercantiles entre ambos países. Algunos observarán, sin embargo, que si ahora nuestra industria está atrasada, podrá dentro de algunos años hallarse al nivel de las más perfectas y contar en Filipinas con un rico mercado… La separación no impedirá entonces esta ventaja; el comercio de Inglaterra con la América del Norte es ahora cien veces mayor que cuando obedecía á sus leyes. — Que si no tenemos población sobrante podremos tenerla dentro de un siglo… Entonces las Filipinas no estarán escasas de habitantes y sería preciso emigrar á las Marianas. — Que si dejamos el país pronto se perderá, por lo menos entre los naturales, la religión cristiana… Como no soy misionero, confieso que