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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

intensidad á sus padres, hermanos y demás deudos. Júzguese, por lo tanto, de lo que sufriría cada vez que le llegaba la noticia de que alguno de sus parientes era deportado; de lo que debió de sufrir cuando supo que á su cuñado D. Mariano Herbosa lo habían enterrado como á un perro, ¡sólo por ser cuñado de Rizal!… El reto de Rizal á mí se arregló con un acta, en la que quedaron «á salvo el honor y buen nombre, tanto del Sr. Rizal y sus familiares, como del Sr. Retana»[1].

En ninguno de los escritos de Rizal, absolutamente en ninguno, se registra una sola frase que denote en su autor un bravucón. En esto no le imitaban algunos de sus paisanos, que salpicaban sus artículos con frases agresivas, y daban á entender con cierta mal disimulada jactancia que gustaban de ejercer el matonismo. Y, sin embargo, ninguno de ellos superaba en valor á Rizal, que lo puso á prueba algunas veces. Cuenta el Sr. Gómez de la Serna, en un artículo que dejamos ya citado[2], que hallándose Rizal en una reunión en París, «unos franceses dijeron burlescamente al verle:— «¡Un chino!, ¡un chino!» —Rizal devolvió la burla con la frase más sangrienta para aquellos majaderos:— «¡Prusianos!, ¡prusianos!» —Y se produjo un gran escándalo, durante el cual el llamado chino permaneció impasible, dispuesto á todo». Rizal esgrimía con gran destreza el sable y la espada; pero en lo que descolló principalmente fué en el manejo de la pistola: «Con la misma precisión y maestría que opera el ojo de un enfermo (su especialidad), escribe su nombre en la pared con la bala de una pistola»[3]. No hemos podido poner en claro cómo ni por qué fué un lance suscitado entre Rizal y Antonio Luna, que se las daba de matón: ello es que Rizal le provocó á un duelo, y Antonio Luna (que era también un tirador de nada comunes facultades) cedió.

El 23 de Diciembre de aquel año de 1890, los filipinos reformistas y algunos peninsulares que con ellos simpatizaban, dieron un gran banquete al ex ministro de Ultramar Sr. Becerra. Tuvo aquel acto alguna resonancia. El Sr. Morayta, como Presidente de la Asociación Hispano-Filipina, pronunció un discurso muy intencionado, del cual entresacamos este párrafo[4]:


  1. Cuando el asunto se hubo concluido, uno de mis representantes, el escritor militar Sr. Scheidnagel, que me profesaba acendrado cariño, me dijo:— «Me preocupaba que hubieseis ido al terreno, porque tengo entendido que Rizal es un tirador muy hábil y sumamente sereno.»
  2. El Renacimiento, diario de Manila; 12 de Marzo de 1904.
  3. La Correspondencia Alicantina; núm. del 19 de Octubre de 1896. La misma noticia la hallamos en El Demócrata, de Lorca, de igual fecha, y en otros papeles peninsulares.
  4. La Solidaridad, núm. 47: Madrid, 15 de Enero de 1891.