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W. E. RETANA

Ibarra, el impulsado por la fatalidad, es perfectamente verosímil: Simoun, por las ideas, puede serlo; pero no lo es como hombre.

Sigamos el curso de la novela; demos de ella un amplio extracto; lo merece: en esas páginas abunda la substancia. Los partidarios del arte por la idea comprobarán una vez más cómo era Rizal un verdadero pensador. Comencemos por la dedicatoría, que dice así:

«A la memoria | de los Presbíteros, don Mariano Gómez (85 años), | don José Burgos (30 años) | y don Jacinto Zamora (35 años). | Ejecutados en el patíbulo de Bagumbayan, | el 28 de Febrero de 1872.

»La Religión, al negarse á degradaros, ha puesto en duda el crimen que se os ha imputado; el Gobierno, al rodear vuestra causa de misterio y sombras, hace creer en algún error, cometido en momentos fatales, y Filipinas entera, al venerar vuestra memoria y llamaros mártires, no reconoce de ninguna manera vuestra culpabilidad.

»En tanto, pues, no se demuestre claramente vuestra participación en la algarada caviteña, hayáis sido ó no patriotas, hayáis ó no abrigado sentimientos por la justicia, sentimientos por la libertad, tengo derecho á dedicaros mi trabajo como á víctimas del mal que trato de combatir. Y mientras esperamos que España os rehabilite un día y no se haga solidaría de vuestra muerte, sirvan estas páginas como tardía corona de hojas secas sobre vuestras ignoradas tumbas; y todo aquel que sin pruebas evidentes ataque vuestra memoria, que en vuestra sangre se manche las manos! —J. Rizal

Para los filipinos patriotas, la memoria de estos tres sacerdotes era y será sagrada; tan sagrada, que cuando estalló el Katipunan descubrióse que había no pocos indígenas fanáticos que usaban, á manera de amuletos, fragmentos de prendas de vestir que habían sido de los mencionados sacerdotes. ¡Y decíase de los indios que no tenían memoria, que no rendían culto al recuerdo de los compatriotas que se habían distinguido, que eran unos imbéciles ó poco menos, en suma! Hé aquí un nuevo dato que demuestra cuán falsa era la idea que los españoles tenían de los indios, á quienes juzgaron siempre por meros detalles superficiales. Gómez, Burgos y Zamora vivían en la memoria del pueblo filipino, y evocar su nombre valía tanto como evocar una gran iniquidad; como evocar el de Rizal es y será eternamente evocar una feroz injusticia. Por eso la dedicatoria que queda reproducida tiene una significación transcendental, y el hecho de ponerla al frente de un libro de combate revela en el Autor un nuevo rasgo de gallarda entereza. No debieron de ser tan filibusteros aquellos tres sacerdotes, cuando el arzobispo, que era de Manila á la sazón, D. Gregorio Melitón Martínez, que no procedía de ningún instituto religioso, es decir, que no era fraile, se negó resueltamente á degradarlos, á pesar