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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

portado por perturbador del orden público y por haber sido amigo del desgraciado Ibarra. Le he sacado de la deportación, donde se dedicaba á podar cocoteros, y le he hecho pirotécnico.» —Sepáranse.

Simoun, solo, en su casa de la calle de la Escolta, á media noche, mirando hacia Manila:

…«Dentro de algunos días, murmuró, cuando por sus cuatro costados arda esa ciudad maldita, albergue de la nulidad presumida y de la impía explotación del ignorante y del desgraciado; cuando el tumulto estalle en los arrabales y lance por las calles aterradas mis turbas vengadoras, engendradas por la rapacidad y los errores, entonces abriré los muros de tu prisión (piensa en María Clara, recluida en un convento), te arrancaré de las garras del fanatismo, y, blanca paloma, serás el Fénix que renacerá de las candentes cenizas… ¡Una revolución urdida por los hombres en la oscuridad, me ha arrancado de tu lado; otra revolución me traerá á tus brazos, me resucitará, y esa luna, antes que llegue al apogeo de su esplendor, iluminará las Filipinas limpias de su repugnante basura!

»Simoun se calló de repente como entrecortado. Una voz preguntaba en el interior de su conciencia si él, Simoun, no era parte también de la basura de la maldita ciudad, acaso el fermento más deletéreo. Y como los muertos, que han de resucitar al son de la trompeta fatídica, mil fantasmas sangrientos, sombras desesperadas de hombres asesinos, mujeres deshonradas, padres arrancados á sus familias, vicios estimulados y fomentados, virtudes escarnecidas, se levantaban ahora al eco de la misteriosa pregunta. Por primera vez en su carrera criminal desde que en la Habana, por medio del vicio y del soborno, quiso fabricarse un instrumento para fabricar sus planes, un hombre sin fe, sin patriotismo y sin conciencia, por primera vez en aquella vida se revelaba algo dentro de sí y protestaba contra sus acciones. Simoun cerró los ojos y estuvo algún tiempo inmóvil; después se pasó la mano por la frente, se negó á mirar en su conciencia, y tuvo miedo»… (Prosigue:)— «No, no puedo retroceder; la obra está adelantada y su éxito me va á justificar… Si me hubiese portado como vosotros, habría sucumbido… ¡Nada de idealismos, nada de falaces teorías! ¡Fuego y acero al cáncer, castigo al vicio, y rómpase después, si es malo, el instrumento!»…

El ponente, D. Custodio, no hacía nada en el asunto de la ansiada Academia. Consultó con el Sr. Pasta, y éste dióle ideas contradictorias; consultó también con Pepay la bailarina, una de sus favoritas, y Pepay se limitó á sacarle 25 pesos… (Don Custodio es un gran retrato: por ahí anda, vivo y sano, aquella célebre nulidad, que, por serlo todo, hasta ladrón fué de cientos de miles de duros. Gozó en

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