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W. E. RETANA

observa Rizal: «Pero V. R., como alma elevada que es, se dirá que regala las cosas sin cálculo ulterior ninguno, atendiendo más á la bondad de su corazón que á los méritos ó á la gratitud del favorecido, y porque sabe que cuanto se haga con interesado fin se vuelve odioso, porque se convierte en una especie de inevitable lazo.» Que equivalía á decir: «Muchas gracias; V. R. es el colmo de la bondad; pero cónstele á V. R. que ya sigo firme en mis ideas, tanto en lo político como en lo religioso.» — Tan cierto era esto, que al contestar al P. Pastells, dice Rizal: «V. R. exclama en la primera página: «¡Qué lástima que tan aventajado joven no haya prodigado sus talentos en defensa de mejores causas…

»Es muy posible que haya otras mejores que la que he abrazado; pero mi causa es buena, y esto me basta. Otras proporcionarán sin duda más utilidad, más renombre, más honores, más glorias; pero la caña, al nacer en este suelo, viene para sostener chozas de nipa, y no las pesadas moles de los edificios de Europa. No siento ni la humildad de mi causa ni la pobreza de sus recompensas (!), sino el poco talento que Dios me ha dado para servirla; porque si en vez de débil caña hubiera sido sólido molave[1], mejor servicio habría podido prestar. Pero El que lo ha dispuesto así, y no se equivoca en ninguno de sus actos, sabe muy bien para qué sirven las pequeñas casas.

»En cuanto á la fama, honra ó provecho que hubiera podido cosechar (?), convengo en que todo eso es tentador, principalmente para un joven como yo de carne y hueso con tantas flaquezas como todo hijo de vecino. Mas, como nadie escoge la nacionalidad ni la raza en que nace, y como al nacer se encuentra creados los privilegios ó las desventajas inherentes á ambas cosas, acepto la Causa de mi país, en la confianza de que el que me ha hecho filipino sabrá perdonarme los yerros que cometa atendida nuestra difícil situación y la educación defectuosa que desde el nacer recibimos[2]. Además, no aspiro ni á eterna fama ni á eterno renombre; no aspiro á igualarme á otros cuyas condiciones, facultades y circunstancias pudieran ser, y son en efecto, diferentes de las mías; mi solo deseo es hacer lo posible, lo que está en mis manos, lo más necesario: he vislumbrado un poco de luz, y creo deber enseñárselo á mis paisanos. Otros más felices, Sardá ó quien quiera, remóntense allá en las alturas.

»Hace muy bien V. R. en ceñirse en su carta sólo á la cuestión filosófico-religiosa, dejando la política para más adelante. Yo le pediría que la reservase ad kalendas græcas. Es asunto muy delicado y


  1. Uno de los árboles más notables, de madera durísima, que producen los bosques de Filipinas. — Vitex geniculata, Bl.
  2. Entiéndase que subraya el copista.