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Página:Vida y pensamientos morales de Confucio (IA BRes1115932).pdf/36

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de lo injusto y peligroso.

XXXI.

Pero tú no llegarás á rectificar tu voluntad, sino purificando y extendiendo tu inteligencia, y penetrandola, tanto quanto puedan y sean capaces de ello las fuerzas humanas, de la razon, y de la esencia de las cosas.

XXXII.

Quatro reglas dirigen al hombre perfecto, ¡y yo no puedo observar exâctamente ni una sola! Yo no tengo á mi padre la misma obediencia que prescribo á mis hijos: yo no sirvo al Príncipe con la misma fidelidad que exîjo de mis subditos: yo no tengo el mismo respeto á mi hermano mayor, que el que pretendo del mas chico: yo no puedo volver á mi amigo los deberes que querria suponerle de adivinar sus ideas, y manifestarle en todo mi deferencia.

Pero el hombre perfecto practíca estas virtudes, y cada dia renueva su exercicio. Es circunspecto en sus mínimas palabras: y si cae en alguna falta, y no cumple con todas las obligaciones que se ha prescrito, se hace violencia á sí mismo para conseguir su desempeño. Si le viene á la boca una demasiada afluencia de palabras, sabe contener una parte de ellas; y severo censor de sí mismo, quiere que sus discursos correspondan á sus obras, y que sus obras correspondan á sus discursos. Con semejantes virtudes,