[72] | [73] |
lidad esencial del hombre, é innata en él, que le inspira amar á sus semejantes.
XXXVI.
La propiedad del hombre es amar; pero el amor de sus parientes es su primer deber, y sirve de escalon por amar á los otros.
XXXVII.
De este amor general nace la justicia distributiva, que da á cada uno lo que le es debido; pero el primer acto de esta justicia es el de preferir á todos los otros, á los sabios y á los hombres honrados, elevándolos á las dignidades, y condecorándolos con los cargos públicos.
XXXVIII.
Esta gradacion del amor que debemos á nuestros parientes mas ó menos cercanos, á los hombres mas ó menos sabios, mas ó menos honrados, nace del órden harmonioso de las obligaciones. Por esta harmonía, que conviene con la del Cielo mismo, se dirige todo lo que existe.
XXXIX.
Este amor, esta caridad pura, que yo recomiendo, es un afecto constante de nuestra alma, un movimiento conforme á la razon, que nos desprende de nuestros propios intereses, nos hace abrazar la humanidad entera, mirar todos los hombres como si solo hicieran un cuerpo con noso-