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por los nuestros. Quando comparemos con nosotros á los demas, quando les deseémos lo que deseamos para nosotros, quando temamos por ellos lo que tememos por nosotros; entonces seguirémos las leyes de la verdadera caridad.
XLI.
La abundancia de amor y de beneficencia, por la qual el sabio abraza á todos los hombres, le hace gozar de todo el universo entero. El alma baxa y despreciable del malo se encierra en sí misma: no se conduce sino por afectos particulares: hace en algun modo una usura de la amistad; y entregada continuamente al interés, no hace el bien, sino lo vende.
XLII.
Hay cinco reglas generales que rigen al mundo. Estas son: la justicia que liga al Príncipe y al vasallo: el amor entre los padres y los hijos: el vínculo que une á los esposos: la subordinacion entre los hermanos mayores y menores; y aquella dulce harmonía, y aquellos deberes mútuos que unen á los amigos.
XLIII.
Tres virtudes conducen al cumplimiento de estas reglas: la prudencia que hace discernir el bien del mal: el amor universal que une todos los hombres entre ellos; y la firmeza que nos da la fuerza de seguir el bien, y huír y detestar el mal.