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tas. ¿Las habeis cometido? pues no temais el repararlas, ni dudeis un instante; no dexeis de emplear vuestros esfuerzos para enmendarlas, y romped generosamente los lazos, que os lo impiden y embarazan.
LVI.
El pobre que no lisongéa á nadie para salir de miseria, y el rico que no está hinchado de un vano orgullo, merecen ser elogiados; pero aun no han llegado al colmo de la sabiduría. No pueden compararse al pobre que vive dichoso en la desgracia; ni al rico que se complace en conocer todavía mas obligaciones que cumplir, que prevée los reveses sin temerlos, y que en todo se somete á la razon.
LVII.
El sabio no se afligirá de ver que las gentes que le rodean no hacen caso de sus talentos, y no sacan fruto alguno de sus trabajos; porque todo esto depende del capricho, y de la voluntad de los otros; y se vituperará mas bien el no haber él mismo conocido bastantemente los hombres, haberse engañado en la eleccion de sus amigos, y no haber sabido quales eran aquellos que debia huír ó buscar.
LVIII.
Conducios siempre con la misma reserva que si diez ojos os estuvieran observando, y señalando diez dedos.