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mismo nada que sea vergonzoso para salir de tal estado.
LXXXVII.
Tú quieres pasar por filósofo sin atreverte á cultivar la verdadera sabiduría: ¿con qué derecho te abrogas semejante título?
LXXXIII.
Yo no he visto todavia á nadie que amase la virtud, y tuviese horror al vicio: porque amar la virtud, es tenerla una pasion ardiente, inflamada, exclusiva, é incapaz de preferir la otra cosa alguna; y para aborrecer el vicio, es necesario temer el no ser manchado de él ni un solo instante.
LXXXIX.
El que sigue la virtud por la mañana, puede morir á la noche: no se arrepentirá de haber vivido, y se consolará con morir.
XC.
El letrado que se aplicó á la filosofía, y se avergüenza de llevar un mal vestido, y de comer mal, no merece que hables con él de filosofía.
XCI.
El sabio verdadero no se determina á obrar ú no obrar; y así, la importancia y conveniencia de las cosas, es la que le conduce y guia.