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CXLVIII.
¿Para qué no será apropósito aquel que no conoce ni la envidia ni la codicia?
CXLIX.
En la mala estacion es quando se conoce que los Pinos y los Cipreses no pierden sus hojas.
CL.
¡Cómo el páxaro silvestre y bravo que veo sobre la cumbre de la montaña, conoce bien el momento de levantar el vuelo, y el en que debe reposar! Es que él no tiene otro maestro que la naturaleza.
CLI.
Los que nacen con un corazon honrado, pueden no arrastrarse trabajosamente por los pasos de los hombres virtuosos, y contentarse con sus nativas riquezas; pero las disposiciones naturales no irán á parar solas al santuario de la sabiduría.
CLII.
Si oís á un hombre discurrir y disertar acerca de la virtud: si apoya sus discursos con razonamientos los mas sólidos: si sus oyentes encantados creen que este hombre es como lo indican sus discursos; no os apresureis todavía en pronunciar que este hombre nutre en su corazon una sólida virtud.
CLIII.
El que posee la virtud ha-