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Bernardino Rivadavia.

ritu, de sus amigos y ultrajado por los que no lo eran, sin un celoso guardián de sus cortos bienes ni un compañero fiel á quien confiar sus cuitas y sus dolores, Rivadavia fué acusado de traidor á la causa de América: Rivadavia, se dijo entonces, trabaja activamente en Europa por levantar en su patria el solio de un monarca. Cuando llegó á sus oídos tan torpe calumnia, no pudo contenerse, é inmediatamente se dió á la vela para el Río de Plata, teniendo la nobleza de presentarse en Buenos Aires, á fines de abril de 1834, para vindicarse de las acusaciones que se le hacían. Su inesperado arribo produjo honda emoción en los hombres que gobernaban el país. Pero ni Viamont, que estaba al frente del gobierno, ni don Tomás Guido, ni menos aun su antiguo colega don Manuel José Garcia, ambos ministros de aquél, vieron en el patriota honrado al ciudadano inerme, herido en su honor. Creyeron que su permanencia en Buenos Aires sería peligrosa, y no vacilaron un instante en arrancarle de su hogar entristecido, ordenándole reembarcarse apenas trascurridas pocas horas de su llegada. Esto tenía lugar el 28 de