Página:Visión de paz (1915).pdf/116

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

— 112 — penumbras, se inclina ; el Cedrón, no la mece. No tiene más que un luminoso punto en la cres- ta del Agra, y se precipita en el abismo ; desea anonadarse, flúida, en su obscuridad trágica : no quiere dormir, temiendo soñar, ya que sus bodas con Sión no las celebra un misticismo triunfante... ¡Camina, inquieto viajero! De- vuelve al Occidente y a tu América, el enjambre de tus sueños, el bullir de tus transportes, tus cantos conocidos, y tus lágrimas ignoradas. Pe- ro no olvides jamás este momento, ni la ciu- dad que te atrae, ni el olivar que te cubre... Arrullados por esa voz sentimos acudir lejanas puestas de sol. Adelanta una, misteriosa, de la pampa argentina, y la pintoresca de un lago suizo. Otra, agoniza al pie de una estatua en Versalles ; y otra, empenacha no se sabe dónde, la cresta de un laurel rosa. El Acrópolis saluda la olímpica de Grecia ; el Coliseo ciñe la de Ro- ma como un manto antiguo. Una, violenta, del estrecho de Mesina; una, purpúrea, que, cual enemiga, rechaza el castillo de Amboise; una, de apoteosis fantástica en los alminares de Constantinopla ; una, torturante, durmiéndose sobre los cisnes de Brujas ; las del Atlántico, las del Mediterráneo, las de los Alpes todas traen