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vestre y langostas, pudo prepararse a las luchas de Herodías y el Tetrarca. Al bajar de nuestra altura, le vemos surgir y desaparecer, con sus riñones ceñidos por la estera : su verbo de lumbre es su ropaje de fuego; y alabando su gloria resuenan las palabras de Cristo: «Yo os digo que entre los nacidos de mujeres no hay mayor profeta que Juan el Bautista.»