Página:Visión de paz (1915).pdf/209

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E O fundiesen al aliento de los aromas. Meditaban, por el contrario : ¿cómo éste que se llama pro- feta, no adivina que vil mujer le toca y le man- cha? Jesús, se decía : la vileza no está ya en la mujer arrepentida, sino en el pensamiento ma- lévolo ; y sorprendió a las conciencias con una alusiva parábola. Después se refirió al huésped : «¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no me diste agua para los pies, mas ella me los regó con sus lágrimas». En seguida cambió de tono : «Sus pecados le son perdonados porque amó mu- cho. Al que menos se perdona menos ama... Mujer, tu fe te ha hecho salva. Vete en paz.»

¡ Salva, sí, pero no en paz ! Sin responder, en silencios de abismo, se fué con el alma trans- formada en carbón ardiente. ¡ Salva, sÍ, pero no en paz!

A los pies del Maestro, en la humilde acti- tud que los Evangelios le prestan siempre, en- fervorizará su amistad hasta el éxtasis. Luego, en región inaccesible a los sentidos, adquirirá singular penetración. Ante los discípulos cie- gos, ella vislumbrará la corona de espinas ; pre- veerá que las lágrimas de sus ojos no lavarán la sangre de aquel cuerpo; y su estremecimiento