Página:Voces chilenas de los reinos animal y vegetal.djvu/14

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

y en verdad que les sobra razón para ello. Esa obra, salvo unas cuantas voces americanas, como son, apó, bejuco, cacique, canoa, chaquira, escaupil, inca, llanto, mangle, palla, vicuña, en todo lo demás bien manifiesta que, en ese orden, bien pudo ser escrita por alguien que no hubiese salido de Madrid. Así, de animales, habla del león, del tigre, de la onza, del pardo, de los venados; en términos poéticos, de la golondrina y del ruiseñor (Progne y Filomena); en igual forma, de «la mustia Clicie» (el girasol o nuestra maravilla); de plantas, apenas si de la frutilla de la murta y de las ovas marinas; y en cuanto a Mores, de las que se daban en España:

El blanco lirio y encarnada rosa,
Junquillos, azahares y mosquetas,
Azucenas, jazmines y violetas.

Pero, chilena, ni una sola! Sin duda que en esto le hizo ventaja nuestro Pedro de Oña, que comprendió cuánto ganaría su relato con insertar en él vocablos que propendiesen a darle el conveniente sabor local, según tuvo cuidado de advertirlo en su prólogo al lector, al prevenir que en sus versos iban «mezclados algunos términos indios, no por cometer barbarismo, sino porque, siendo tan propria dellos la materia, me pareció congruencia que en esto también le correspondiese la forma»; cuidando, además, de aclararlos en notas que puso a ellos al final de su obra. Y así fué cómo y por qué habló en ella de apó, callana, cóndor, chaquira, chicha, huincha, llanto, macana, muday, pérper, pillán, ulpo y yole, y, dentro del orden de voces de que tratamos, de la cortadora, del madi, del molle y del pacay, nombre que da a un árbol de que se hacía el mejor carbón, que perdura en el Perú y en algún lugar geografico y que hoy ya no se conoce en Chile, en cuanto yo sepa.

De los otros poetas que escribieron de las guerras de Chile, Alvarez de Toledo menciona el pangue, y Mendoza Monteagudo el lanco, pero sus obras permanecieron inéditas hasta nuestros días.

Poca cosa es todo esto, como se ve, y no puede uno menos de sorprenderse también al notar que el P. Alonso de Ovalle, tan chileno que era, al paso que se extiende en pintar con