subidos colores la fertilidad del suelo de este país en producir las plantas europeas frutales y la hermosura de los arboles a que se daba los nombres que tenían en Europa, como el roble, el laurel, el avellano y otros; de las llores del viejo mundo que aquí se cultivaban en los jardines y de las que espontáneamente, de allí procedidas, habían invadido los campos, de las propias de la tierra apenas si habla del quinchamalí, del culén y de la cachanlagua (que describe sin nombrarla), la patagua,—hoy ya colocada en el léxico,—el pengu (peumo), el maqui, el molle, el huigán (huingán), la murtilla, el quelu (queule) y la frutilla; el luche y el cochayuyo; de las aves, la lloica (loica), el peucu i (peuco) y el qulten (queltehue); de los mariscos, los choros, los locos y los picos; y de los animales, el cuy, el guanaco y el quirquincho.
Verdad es que, ya casi medio siglo antes, Alonso González de Nájera había escrito su Desengaño y reparo de la guerra de Chile, obra en la cual se enunciaban algunas aves y unas pocas plantas de este país; de aquéllas, el alcatraz, el piuquén y el traro, la vandurria, y el flamenco, que debo recordar por el curiosísimo dato que respecto de estos pájaros da, cual es, que eran «según dicen en aquella tierra, nuevamente aportados a aquellas marinas»; de los mariscos, describe el pico, y del reino vegetal, la frutilla, la murtilla, el maqui, el quinchamalí, la pichoa, la quinua, el maguey, el pangue, los quiscos y los coleos (colihues).
De los cronistas anteriores a él que escribieron en prosa, Góngora Marmolejo, el más notable, sin duda, de los del siglo XVI y el que mas de cerca sigue a Ercilla, no contiene, como éste, ni una sola línea respecto a las producciones naturales chilenas, si exceptuamos las perdices y los halcones (sin sus nombres chilenos), demasiado ocupado en referir los sucesos de la guerra araucana, que era, ciertamente, lo primero en un tiempo en que por causa de ella los españoles se jugaban la vida casi a diario; y Mariño de Lobera, el otro de los cronistas de esa época, cualquiera diría, al ver la enunciación que consigna de las aves y plantas de Chile, que describe una provincia de España, excepción hecha de cuando, al hablar de la ciudad de Valdivia, dice que «es abundosa de todos los mantenimientos que siembran los indios para su sustentación, así