que habla el Diccionario, pero que trae Salva. Quinchamalí: uñuperguén (Campánula filiformis).
Tomo III: Cardón o puya: codocoipu (Myoschilos oblonga): id est, fructus cujusdam animalis amphibii, a Molina mus coipus dicti, quia ejus fructibus praesertim nutritur». Copihue: chilco o thilco; chupón (Bromelia sphacelata); «vulgo chupón, et fructus chupones». Guadalahuén, «id est, yerba de la apostema». Guillipatagua (Villaresia mucronata); esto es, el árbol del huillín». Ictriho o itíu (Loranthus verticillatus); illen, (Anthericum caeruleum); illmu (Conanthera bifolia); lintu, ligtu, según Feuillée; lúcumo (Achras lucuma) «et fructus lúcumas appellantur». Lun o liun o sietecamisas (Stereoxylon revolutum), «quia cortex in laminulas septem, tenues dipescituir»; maitén; ñipa; quila, vulgo zarzaparrilla (Herreria stellata).
Durante la primera mitad del siglo XIX aparecieron también en las obras de viajeros extranjeros, una que otra descripción de animales y plantas chilenos, siendo de notar entre ellas, por la especialidad de su tema, las Plantae rariores de Bertero, publicadas por A. Colla, libro en el que se habla de la cebolleta (Ornithrogalum aequipetalum, y del oreganillo (Gardoquia obovata); pero ni todas juntas encierran una mínima parte siquiera del material que abarca la gran obra de don Claudio Gay, que honraría a cualquiera nación, de escaso valor en su parte histórica, a no ser por los documentos que la ilustran, como no podía menos de ser, pero verdadero monumento científico en su conjunto, del estudio de las producciones de la naturaleza en Chile, en su parte botánica especialmente, que es la que constituye su riqueza. Gay vivió en Chile por muchos años, viajó por todo el país, oyó y acogió de boca del pueblo los nombres de las especies que había de describir científicamente, dejándonos, así, una de las mejores y más abundantes fuentes de información con que contamos para el estudio lexicográfico, materia de estas notas, y que se completa por los trabajos sobre la historia natural de Chile que realizó después el sabio doctor don Rodulfo A. Philippi, mi amado maestro que fué, cuya memoria debemos conservar los chilenos con la gratitud que merecen su desinterés,