sita del Juez de Paz, que va á desalojarlos en nombre de un propietario, cuyos únicos viajes por el territorio argentino se limitan á los que hace de su hotel al barrio de la Bolsa.
Los pobladores quedan entonces amenazados otra vez por la servidumbre de un patrón desconocido, que sobre haberse ganado la valorización dada al campo con la fatiga agena, les pone un cánon de arrendamiento extorsionante.
Ante esa perspectiva, las familias emprenden otra vez su vida nómade en busca de otro valle más remoto, ó regresan á su patria propagando el desaliento.
De ahí, de ese despojo repentino, provienen también las cuadrillas de bandoleros que se forman en la cordillera, desencantadas del esfuerzo honrado, despechadas de la ley y desesperadas de hambre.
Todo eso se remediaría fácilmente, desentralizando la administración de tierras públicas, y autorizando á las gobernaciones para reconocer sobre pequeños lotes, títulos de propiedad á los dueños legítimos. á los autores del cultivo.