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desde entonces mira enternecido hacia ese lado de la cordillera. Entre la gasa fina de esas lejanías y la blanca y ténue que tiembla sobre sus pupilas de anciano, se interponen vaguedades de misterio.

Y él no gusta de descifrar esos enigmas.

Cuando la ajena curiosidad plantea ese capítulo á sus reminiscencias, él le pone punto final seco y rotundo con un golpe de su bordón sobre el suelo.

Desde el día en que se alistó como soldado ¡eso sí! En hablando de sucesos acaecidos de esa fecha para acá, es de verlo, vivaracho y marcial, irguiendo el cuello para que sus pupilas irradien miradas con resplandor de bayonetas.

De Río Negro en adelante la marcha de su regimiento, hasta ganar las pampas de Ñorquín, fué incesante acometida contra el indio voraz.

Fue allí, en esos desiertos, donde un coronel lo hizo sargento, en compensación de unos lanzazos que todavía le hacen temblar las carnes de ufanía.

Desde entonces no habla de sí mismo sino en tercera persona. El sargento Juárez!