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de Pizarro. Desde entonces vivimos sin comunicación directa con el Sol.

En tanto que las iglesias importadas rebosan de fieles macilentos, en nuestra gran cordillera ya no se envían besos ni se saluda con desnudeces, flores y esmeraldas al Dios.

Nuestros caciques ya no se cubren de oro en polvo para su inmersión sagrada en las agunas; pero nuestros caudillos se hunden con monedas y todo en la cloaca electoral.

Y así salen!

A los niños se les engaña cuando se atrewen á mirar al sol bien frente á frente; y en cambio á todo espíritu en desgracia se le cuore de crespones.

Cualquiera sin nuestras preocupaciones supondria, que si al moribundo se le confia en cuarto obscuro, es para que no le sea an dolorosa la transición á la sombra de la muerte. Y no es así: Tal barbaridad se hace, porque se ha convenido en suponer que el lor debe estar siempre aislado de la luz, Siendo ésta al contrario el único lazo que tenemos con las radiaciones de la vida.

No es extraño que á un enfermo se le recluya en la tiniebla de la alcoba, y se le cons-