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horrorizado ante el soplo de fiemo con que la tiniebla de su pecho nos insulta.

La neuralgia facial que acomete á ciertos señoritos á la moda, cuando reciben una dosis de sol libre en la cabeza, es explicable: son los mordiscos de las sabandijas cerebrales en apuro de fuga ante la luz.

La decadencia de nuestra energia, se debe en gran parte al abandono de los cultos solares.

El cristianismo nos ha hecho doblegar demasiado la cabeza.

En cambio de la tradición araucana, de pedir gracia al dios Pillan, al gran sol, en la cima de la montaña, hemos aprendido á rezar de rodillas en la penumbra de los templos.

Al himno triunfal de las «vírgenes del sol» en las mecetas de los Andes, corresponde hoy el coro gemebundo de novicias esterilizadas en la sospechosa obscuridad de los conventos.

El íntimo parentesco sudamericano con el Dionyso griego ya no existe.

Nuestra juventud todavia sufre doblegada bajo los cintarazos deprimentes de Cortés y