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que para el hombre de pupila pura y alma blanca, hay en la vida tantos paisajes diferentes, como número de saltos le haya dado el corazón.

Y para recuperar esas virtudes eximias, no hay como despertar del ensueño babilónico, y restregándonos los párpados como los niños cuando saltan del lecho, irnos á los Andes, no solo á ver sino á respirar luz primitiva y á tender el alma al sol sobre los ventisqueros ó las fresas, ni más ni menos que si se tratara de cualquier trapo campestre.

La vida intensa es facil, pero hacer cosas fáciles se va haciendo dificil.