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sólo porque tiene parques y jardines, estatuas y caballos de carrera.

La humilde canción campesina de sus pájaros, huyó desgarrada por los rugidos de sus leones y el alarido exasperante de los trenes y automóviles.

Para estar bien á la moda, ya contaminó el suave y perfumado respirar de sus jardines con el ronco resuello de la gasolina nauseabunda.

Si fuera dado, despojarle de sus felpas y equipos opulentos, y así desnudo se le examinara su pasado iqué horrores se verían!

Ni ahorcado en una de sus palmeras, compurgaría tanto crimen.

Sin contar sus viejas complicidades con el delirio trágico de Rozas, sin fin sería la lista de las infecciones infiltradas, y de los duelos, alevosías y clandestinos amores que ha encubierto.

Bajo sus afeites minuciosos, ese viejo libertino debe tener un cuerpo lleno de llagas y una conciencia muy negra.

En los días de soledad en el desierto, nada mejor para curar la nostalgia de Buenos Aires, que recordar el aire de Palermo y pa-