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jazmín, podremos aspirar el aroma blanco de la gracia en ramilletes de estrellas.

Eso pudiera ser más eficaz que la vara de los sargentos, para incitar á los hombres á llevar alta la frente.

Sería este un gran sistema de esquivar desengaños y microbios. En nuestra mirada se retratarían menos sabandijas y más astros.

Sobre todo, la raza no seguiría degenerando.

En vano los higienistas han declarado que la humanidad está sucia, y que la humanidad está infecta.

Nuestras precauciones no pasan de la epidermis: Buscamos corrientes de agua para lavarnos por fuera, pero olvidamos que sólo las de aire pueden lavarnos por dentro.

Nos invitamos á subir en automóvil para « tomar un poco de aire», cuando ya el aburrimiento no da tregua, y como pretexto para tomar un vaso de cosas peores en los cafetines de los parques.

El aire del paseo de Palermo, por ejemplo, es un perfecto farsante. Se cree muy aristocrático, como los lores ingleses, tan