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MIASMAS DEL ORO

En ataúd de ébano estaban sepultadas las Minas esa noche.

La nieve de la frontera chilena brillaba por instantes, con relampagueos de bayoneta.

La atmósfera, rota en las cumbres por el trueno, descendía resonante hacia el camino, como si el peso de la sombra compacta le hubiese desencajado los remaches de sus capas eléctricas.

Debió ser obra de la emoción trágica del oro: pero yo llegué casi á sentirme en el fondo lúgubre del pozo de Poe, esperando que la guadaña de plata siguiera descendiendo á degollarme.

Miraba la densa obscuridad de hollín en torno; y el disco empañado de la luna se

desierto.—6