Páginas de historia/Prólogo

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época

En la fecha del cumpleaños del general don Bartolomé Mitre, que mañana por primera vez desde hace mucho, no festejará el pueblo argentino, enlutado todavía por su muerte, la Biblioteca de La Nacion quiere rendir un nuevo homenaje a su memoria, y contribuir también, dentro de su esfera, á que el recuerdo del gran ciudadano permanezca vivo en el corazón de cuantos lo amaron y admiraron.

Ese homenaje conmemoratiro honra y enriquece al propio tiempo á la Biblioteca, que, gracias al desinteresado patriotismo del autor, ha podido ya porer al alcance de todo el mundo, en edición popular su Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, su Historia de San Martín y la Emancipación Americana, sus Arengas, así como ofrece hoy bajo la misma modesta exterioridad este valioso volumen de monografías, hasta ahora dispersas y puede agregarse que casi olvidadas, á pesar de su indiscutible interés y su positivo mérito.

Encargados por la dirección de la Biblioteca de presentar este libro, no emprendemos la tarea sin vacilaciones. El nombre que lo firma vale más que cualquier prólogo, y el propósito que ha guiado su publicación está dicho ya... Pera ¿cómo resistir al deseo de honrar una vez más esa memoria ilustre?, cómo dejar de repetir las palabras de veneración que están en todos los labios y en todos los espíritus?... Perdónese, pues, á nuestra pluma, y no se tilde como presuntuoso el acto humilde y admirativo de detener al lector á las puertas de la obra, para hablarle de lo que va á ver en ella, y alcanzar la satisfacelón de coincidir en las opiniones...

La mayor parte de los trabajos que componen el volumen, y que se ven reunidos por primera vez, son de carácter histórico, y en ellos, como en otras obras análogas del general Mitre, se ponen de relieve con extraordinario vigor el claro espíritu de Examen, ta prollja y copiosa documentación, la clarovidencia critica, la honradez histórica y literaria llevada hasta la minuciosidad, y el patriotismo ilustrado y progresista de qulen, mientras levantaba tan grandes monumentos al pasado de su país. 16nía los ojos Ajos en su futuro y las manos en la plena acción de su presente.

Escritos en álversas épocas y con diversos motivas, todos tienen, sin embargo, el mismo espíritu, el mismo sello, como si se hubieran acuñado en un solo troquel, y en todos y en cada uno palpita Igual aspiración, igual sentimiento, haciendo surgir aunque no se lo hubieze propuesta el autor,—clara y brillante la personalidad de quien con amor los compuso y redactó, para dar alto ejemplo á su pueblo y trabajar con eficacia en au cultura.

El mismo, refiriéndose á estos escritos que aun estaban en gestación, exteriorizaba au objeto con la sigulente frase: «Siendo todos ellos rigurosamente históricos y fundados en documentos, tendrá, sin embargo, cada uno la unidad de un drama, y se leerá como una novela, popularizando así la historla patria, á la vez que adelantándola.»

Aprovechaba y hacía aprovechar á todo el mundo, de esa manera—adelantando trabajo para los que vinieran después, el riquísimo é incalculable caudal de datos que iba acumulando con el estudio de los archivos, el examen crítico é imparcial de memorias y correspondencias, los testimonios oraleslaa publicaciones periodísticas y de llbrería, las mismas tradiciones que era posible recoger y com probar ó desautorizar—toda la ingente tabór, en fin, que realizaba sin tregua en el acopio de materiales para sus dos grandes libros históricoliterarios.

No se estudin, en efecto—en torno de varones como San Martín y Belgrano, tan ligados a la tierra y á la sociedad, que son la tierra y la sociedad mismas, el ambiente, las costumbres, los episodios y aventuras, los personajes de una época, sin que ese estudio, por qu, propla impulsión, llegue á desvlarse y como extravlarse muchas veces, á seguir por rumbos y derrateras inopinados, explorando terrenos y hombres y cosas que no tienen aparentemente sino una atinencia muy relativa con el asunte principal, pero que acaban por dar á éste un rondo adorable de verdad y exactitud, y al estudioso un capital suplementario y magnífico de conocimientos, de temas, de detalles, que llegarán a servir ostensiblemente, á su hora, ó que servirán de base invisible pero poderosa y segura á cuanta se edifique sobre ella.

Esto se evidencia en el libro. Cada una de sus páginas proclama, no sólo su sabiduría historica, la convicción absoluta con que avanza cada afirmación de un hecho, sino también la unidad de su writerio a través de los largos años que suelen mediar entre un trabajo y otro, y que no resaltaría de manera tan indiscutible si, al emprender el primero de ellos, no se dubiese hallado en pleno dominio de la época á que casi todos se reneren, abarcándola hasta en sus mínimos detallesy haciendo concordar éstos con la lógica férrea do la verdad reconstruida, del pasado que surge entero ante una irresistible evocación.

Con esto creemos haber sugerido al lector cuánta es la belleza severa de la obra. Los desarrollos estarian demás...

El general Mitre deseaba que a través de estos escritos se leyese la historia patria como una "novela», es decir, con el interés que suelen despertar les obras de la imaginación. Y ha conseguido Inspirar con crecea ese interés, pero no en el orden mismo en que él se lo propusierar en un principiosegún puede verse en la Carta á don Diego Barros Arana. Su dlosincrasla y su misma educación, en efecto, no le permitían abandonar sino muy rara vez—y eso más en la apariencia superficfal que en el fondo real de sus trabajos literarios—la grave serenidad del pensador y el historiador, su espíritu enamorado de la síntesis, la teudencia Indomable á examinar con prolijidad analfrien los elementosde positive importancia, y a desdañar los detallesy particularidades poco concurrentes á la reconstrucción histórica de los grandes hechos.

Ahora blen, el novelista procede generalmente á la inversa, y el autor, examinando su pian con más calma, ha debido variarlo luego para no amalgamar con el metal precioso de su información y eu eritica, otros metales de título más bajo, que necesarlamente le harfan. desmerecer.

Pues, para que estos trabajos resultaran realmente noverescos. hubiera sido necesario que su autor dejase la historia algo & an lado y diese rienda suelta a la farfasfa, envolviendo la verdad desnuda con las galas, ya de encaje, ya de brocado, dle la imaginación, que la velaran almplemente ó la vistieran del todo. Hubiera tenido que presentar & sus personajes dotados de una vida más o menos artificial, deducida y reproducida del conocimiento de su carácter, y armonizando el cuerpo con el alma,—entre la objetividad de un escenario reconstruído ó caprichoro y pintoresco, y usando de la palabra cálida y apasionada del momento que, si puede Buponerse, no es posible hacer reHacer con fidelidad y exactitud.

El general Mitre no—admitta semejantes amasijos de verdad y de fleción, de hechos comprobados y de simples conjeturas blen o mal inspiradas. La inflexibilidad de su espíritu de historiador se ve hasta en los mínimos detalles de los trabajos que forman este libro. Aunque poeta, aunque artista, cuando se halla ante los hechos no concede nada al arte; el arte, para él. debe servir, no ser servido. Astpor ejemplo, si en las hermosas y conmovedoras páginas del épico Sortco de Matucana anima su narracción con la palabra de los heroicos actores, no es porque de su situación determinada deduzca que aquello debieron decir, sino pura y simplemente *porque aquello dijerona, porque uno de esos mismos actores, dotado de felicísima memoria, le ha repetido largos años después, bajo su fe de hombre veraz, cada una de las frases de ese coloqulo que se diría arrancado de un drama caballeresco o de una gesta medioeval. (Véanse las notas del capitulo aludido).

Lo mismo neurre con los paisajes, elemento novelesco de capital importancia para los actuales guatos. Lejos de detenerse á pintarles de complacerse en crearlos ó reproducirlos según que los conozcano, apenas si los describe geográfica, seramente, con cuatro rasgos que a veces son, sin embargo, de rara eficaela.—como detalle hasta se cundario que más bien embarazara que allgerase su narración. Pera, en cambio, lo que consigue con fuerza y brillo singulares os poner de relleve, en plena luz de mediodía, la acción de sus héroes, y por lo tanto su espíritu, su lnfluencla, sus aspiraclones, au nobleza, sus sacrificios.

No son novelas, no, ni tienen la apariencia de dales, aunque su lectura absorba y apasione. No son, pero serán; pues para ello bastará <diluirlos».

De cada uno de esos trabajos saldrá más tarde, no dudarlo, una novela, pues los que escriben hallarán en ellos la armazón admirablemente construida de otros tantos romances históricos que invitan a ser desarorllados con amplitud. Por otra parte, es lo que ya se ha ensayado públicamente.

Pero dejemos este orden de consideracions que podría llevarnos demasiado lejos, y perniitasenos agregar tan sólo algunas palabras respecto de las diversas monografias que vienen á reunirse y & mostrar por primera vez su conjunto armónico en este pequeño libro.

Comenzaremos por el caluroso e interesantísimo trabajo titulado Las cuentas del gran capitán, escrito con motivo del centenario del general San Martin, y que no habrán podido olvidar quienes antes de abora la leyeron.

Es una admirable demostración, el alegato más elocuente y persuasivo de la ejemplar honradex que caracterizaba al gran capitán argentino, y en sus páginas vibra algo más que una convicciónvibra un entusiasmo ardiente y santo, contagioso como el de una dlana, triunfal. De entre esas frases palidas y varoniles surge resplandeciente la figura del Libertador, envuelta en una nueva apoteosis de gloria, de gloria pura y sin celajes. La modestísima vida de quien 4 su albedrío podía manejar como proplo patrimonio la fortuna pública de países ricos y desorganizados por la guerra, la sencillez espartana del ehijo barato, del héroe baratos, elevan aún su acción, pues se ve hasta la evidencin que aquel que fuera en muy tristes é ingratos días «el gran proscrlpto de ultratumbas, desdeñaba la grandeza que no fuese imperecedera & impersonal, tenía en menos la aparente y momentánea grandeza propia, sacrificándola gustoso en aras de la de América toda, de la del continente a que dio Ilbertad, sin tomar siquiera en cuenta que luego tendría que reflejaree también en su memoria veneranda... Se les con profunda emoción esa página al proplo tiempo épica y dolorosa, y cuando se ve á San Martin recibiendo la limosna de un amigos, se comprende todo el valor de esa alma inmensa comoO su desencanto ante la ingratitud de los que todo le debfan; y no sabemos si habrá alguien que no se sienta sacudido por sentimientos penosos y amargos al leer que «inválido de la gloria, divorclado de la patria, viudo del hogar, renegado por los pueblos por él redimidos, pisando, enfermo y triste, los umbrales de la vejez, el libertador de medio mundo, tomó & su hija en brazos y se condend silenciosamente al ostracismo. ¡Su patria le miro alejarse con indiferencia, y casi con desprecło!».

Este admirable retrato moral de don José de San San Martín está complementado con nuevas fasesen ra de las monografías del volumen, titulada pino de San Lorenzo, en que el general Mitre traza la fisonomía del héroe y relata la batalla de San Larenzo, describiéndola con gran copia de datos é informaciones, y que el lector cotejará atilmente con la narración que del mismo hecho de armas figura en la Historia de San Martín y de la Emancipación Americana.

Dicho trabajo se escribió con motivo de la repatriación de los restos del gran capltán, á cuya gloria había llegado el momento de la justiciapóstuma, es decir tardia, como se ve por las algulentes palabras del autor:

El pueblo de San Lorenzo, en conmemoración de este hecho, depositará sobre los restos expatriados del coronel José de San Martta, una corona de oro y plata, entrelazada con gajos del histórico arbol, último testig vivo que queda de tan mema rable combate. A la corona acompañará una plancha de oro, ep cuyo centro se ve grabada la imagen del pino, y á au pie, San Martin, solo y sentado en actitud meditabunda, cual ei en aquel momento hublese tenido la visión de sus futuros destinos.> Otros trabajos tlenen Interés análogo, porque destacan de la penumbra & héross grandes y modestos de aquellos tiempos que hoy noe parecen legendarios, aunque de ellos no nos separe un st glo todavía. A esa categoria pertenece la silueta del general Las Heras, o mejor dicho, la sintética blografía que del prócer escribió el autor con motiva de haberlo visitado en Chile, en su pobre casa, donde, no sin sorpresa, lo encontró departiendo fntimamente con au ex enemigo (porque lo era de la patria) el coronel realista don Manuel Barañao, convertido ya & la causa de la independencia de la tlerra en que había nacido.

Poniendo frente a la vida de sencillez y de retira del general Las Heras, del llbertador de tres repúblicas, & quien el general Mitre encontrara asin espada, aln poder y sin fortuna»; poniendo frente á la burallde casa colonial del Bayardo de la República Argentinas,—la vida indigente y el pobre rancho del Libertador allá en su destierro del viejo continente, el alma experimenta una sacudida, y se slente elevar & regiones más puras. Tanto desinterés, tanta grandeza en la miseria, significan que los espiritus verdaderamente nobles busc premio más dulce que el oropel, el ruido y la riqueza. Viendo esto se comprende la vida de infatigable obrero del general Mitre. Su alma, conformada ya para tales triunfos sobre la materialidad de las cosas, tenía que retemplarse aún más con estos ejemplos, Y como se retempló efectivamente, quiso ponerlos vivos y palpitantes ante los ojos de sus concludadanos, para que la imitaran. Pero... como para toda peculiaridad de la existencia de los hombres, también para esto hay que tener el punto de par uda del carácter y la tendencia... Y. hoy por hoy, esos ejemplos, a los que se agrega el que hasta ayer mismo nos ofrecía el general Mitre, quedan an Imitadores. Al menos, los contemporáneos no los descubren, y será menester el crisol de las nuevas generaciones para que se destaquen é irradien 12 Al lado de estos héroes simples en su grandeza, el general Mitre quiso enaltecer, haciéndoles justicia, a otros héroes que la historia suele desdeñary cuyo nombre escapa fácilmente de la memoria de los pueblos, cuando éstos los han aprendido por casualidad alguna vez.

Asf, como ante un toque de reunión orenado por la gloria, en este volumen aparecen junto a los generales sus soldados, junto á San Martín y Las Heras, Les sorgeutes de Tambo Xacco y el negro Folacho, fuera de otros humildes hombres de las filas que, como el sargento Cabral, hleleron a la patria el voluntario y consciente sacrificio de su sangre.

No co solo un espíritu de justicia lo que guía la pluma del general Mitre al rendir homenaje A estos obscuros colaboradores de la obra de la Independencia. Quiere devolverles, ef, lo que les es debido, en la medida que se les debe, como un padre previ sor y filósofo que no exagera ni los defectos ni las virtudes de sus hijos y no se excede ni en el castigo nl en la recompensa. Pero quiere, también, ejempla rizar, y esos relatos legendarios tienden a un fin moral y grande, no son el feliz desarrollo literario de un aeunto interesante. Y así, en la introducción de Falucho, le oímos decir:

¡Cuantos sacrificios obscuros, cuántos mártires modestos, cuántos héroes anónimos y cuántos hechos ignorados dignos de eterna memoria, de esos que hacen honor á la humanidad y constituyen la gloria más excelsa de un pueblo, ouenta nuestra historia militaris Conceptos cuyo verdadero alcance establece en El aortco de Matucana, diciendo:

«No se puede concebir un ejército sin temple moral, sosteniendo una grande y noble causa conflada á sus esfuerzos. Cada cabeza, cada corazón, debe abrigar una idea, un sentimiento, una creencia ó una aspiración superior que lo eleve sobre el nivel común, y alcance, por la combinación de las fuerzas morales y materialez, el triunfo del ideal politico y social que está en todos y cada uno de los que combaten. Por eso los ejércitos de la independencia argentina hicieron triunfar su causa en los campos da batalla, queriéndola, amando la libertad y aspirando & lagar á los venideros una patria independiente, libre y fellz».

Vale la pena detenerse & desentrañar la enseñanza de alta política, presente y futura, que encierran estos pensamientos en apariencia puramente militares.

De esos dos relatos rápidos y vibrantes, el segundo se lee con el palpitante interés que desplertan algunas novelas; pero ya lo hicimos notar la fidelidad histórica del general Mitre llega al extremo de que los mismos diálogos que dan nueva y mayor vida 4 su narración, están perfecta y absolutamente ainstados á la verdad, y el todo fundado en datos y documentos & que se refieren las notas y que no deján lugar a dude.

Bu grande amigo, Giuseppe Garibaldi, aparece también en el volumen. como uno de los primeros actores de aquel Episodia tropano en que nos hace asistir a la heroica resistencia de Montevideo durante diez años de encarnizado sitio de ese e'tio en que el mismo, Mitre, empuñaba las armas destacándose, casi un niño todavía, entre los más valerosos defensores, y tanto que, á despecho de su edad temprana, fué llamado á una reunión de notables, & un senado compuesto de los hombres de mayor madurez y consejo de la cercada plaza, para tomar graves determinuciones...

La figura del guerrero italiano está trazada vigorosamente y con amor. La admiración del joven Mitre, sin cesar de existir, y siendo retribulda por el ahéroe de ambos mundosv, trocóse más tarde en sincera amistad. nunra empañada hasta el último día de la vida; y admiración y amistad respiran esas páginas...

En cuanto al episodlo homérico en torno del cadáver de Nefra, ¡cuánto merece el título que el autor le ha dado, relvindicando con mayor eficacia que Dumas, padre, su inventor, para la indomable Montevideo, el nombre de La nueva Troyas!...

Asoma luego entre estos episodios nacionales, contados con la gravedad y con el respeto de quie!

es tambiéu capaz de heroicidades y sacrificios, una sourisa amena y tranquila, que quienes tuvieron el honor de conocer al general Mitre vislumbraron más de una vez en sus labios en sus ojos cuando narraba algún hecho que provocase su buen humor. Nos referimos á su articulo Pio IX eu el Rio de la Plata, en cuyo estilo campes un humorismo de buelu ley, más de forma que de fondo, pues este último es también rigurosamente exacto. Las aventuras del primer papa que haya estado en el Nuevo Mundo (antes o después de subir al trono pontificio), son curiosas, y más curioso aun el Incidente del prelado que trasa consigo al padre Mastal Ferreti. desconocido en su calidad de delegado de la Santa Sede por el gobierno de Buenos Airesmientras el pueblo le aclamaba pidiéndole de rodillas su bendfelon. El narrador sigue al que años más tarde ocuparía con tanta resonancia la cátedra de San Pedro, primero hasta Luján, donde va., junto a la imagen milagrosa, á reponerse de las fatigas de la navegación, y luego, a través del pala, dominado aún por loe Indios, hasta Mendoza, donde la delega élön pontiñcla entra en triunfo: en segulda hasta Chile, donde establece su aalento, y donde Pio IX Be vincula por lazos de amistad que no desatarán luega ni el tiempo ni la grandeza del ballo. La amenidad de esta pequeña aventura de una vida que llamó la atención universal sólo puede apreciarse leyendo las amables páginas que tan espiritualmente lo ha relatado el general Mitre.

Luego, la historia patria propiamente dicha, vuelve á absorber al escritor, que nos ofrece una completísima monografía del Crucero de La Argentina, el glorioso buque corsario que, mandado por Hipólito Bouchard, paseó la enseña que inventara Belgrano, sobre todos los mares y bajo todos los cielos, haciéndola. dar por primera vez la vuelta al mundo, y afirmando su orgullo y su derecho de bandera de un pueblo libre con la voz ardiente de eus eafiones.

Bi crucero de La Ayentina ha servido.ya de base para escribir una novela histórica, y servira para que se escriban otrus, más tarde, como Falucho sirvió para dramatizarlo y para levantar una estatua en Buenos Aires al negro heroico, como han de servir todas las demás monografías de este volumen para informar a los futuros historiadores en primer término, y en segundo, para que en tan hermosos y nobles temas se ensayen la fantasía y la pluma de los jóvenes escritores anhelosos de reconstruir el pasado.

De indole muy diversa a la de los anteriores trabajos es el que lleva el sencillo y modesto titulo de Una carta, cuya lectura recomendamos altamente & cuantos quieran comprender bien y sin mayor esfuerzo la compleja personalidad del general Mitre.

Ya no se trata de historia o biografia, como en los otros, sino de crítica, en la más amplia acepalón del vocablo, pues en ella se tocan puntos variadisimos, con una seguridad de criterio y una abundancia de erudición que sorprenderán hoy mismo & los que saben que el autor eataba y estuvo hasta su último dia al corriente de cuanto en política, en ciencia y en letras se producía en el mundo. Y entre las lecciones en que este libro abunda, no es esa la menos grande y provechosa, pues enseña como se debe léer y profundizar y discutir consigo mismo lo que se lee, para merecer el título de escritor y de pensador..capitulo que nos acupa tiene también gran importancia, porque de a conocer la suma de labor enorme que cada obra histórica ha costado al general Mitre, su método riguroso y su conciencia Incaercible, y pone de relleve au titânico amor al tra—bajo, con sólo enumerar de paso y sencillamente las tareas emprendidas y que se proponin em prender, mayores, á no dudarlo, que la capacidad humana para la producción, pero no mayores que la voluntad de hombres como éste. Muchas de esas obras fueron terminadas y coronadas como el monumento intelectual que él mismo se levento con sus heredleas manos y que el tiempo no será parle á destruir. Otras han quedalo truncas, pero con su armazón poderosamente construída y sus mater riales amontonados junto á ellas, como para que manos sabias y respetuosas, por venir aun, las terminen un día... Allt estiu, en la vigje bibiloteca que el general dominaba con su austera ngura, y en que conocía hasta. la última linea dal último Ilbro, como el genial capitán para quién no era un extraño el más reciente de sus reclutas...

Pertenecen también, conio exte capitulo, á la parte literaria propiamente dicha otros trés trabajos de mucha importancia por diversos motivos. Nos referimos & Ollantay, la Teoria del traductor y la Cartaprefacio, aparecida en la primera edición de las Rimas.

Ollantay es un estudio de lingütstica americana precolombina, provocado por la común aserci.in de que el drama quechua que lleva ese nombre, databa de antes de la conquista por los españoles.

Aquí, con mayores desarrollos y amplitud, vuelven á verse las cualidades críticas que señalábamos en la Carta, y la abundante erudición con que el general Mitre funda siempre cada una de sus afirmaciones.

Cuando apareció esta notable pleza de polémica histórico—literaria, derribando el antojadizo, castillo de naipes alzado por los creyentes en la existencia de toda una literatura sudamericana anterior al descubrimiento—no faltaron réplicas apasionadas y ardientes de los mal feridos; pero la demostraelón de que la estructura del drarha y hasta sus mismos versos eran de origen español, resultaba tan indiscutible, que el campo quedó por el americanista imparcial, y Ollantay se tiene hoy simplemente por lo que es en sunia, y la discusión ha cesado porcompleto sobre el punto.

Después, la teoria del traductor vuelve a mostrarnos en literatura al Mitre inflexible que hemos visto en historia. Léasela atentamente, para comprender —8 antes no se ha comprendido que también hag una honradez literaria, tan poco valoraJa cuanto dificil y ardua... en compensación.

La Carto—prefacio nos obliga á referirnos de nuevo A la Carta & Barros Arana: cotéjese la que dice A este ilustrado literato con lo que dice a nuestro Sarmlento. Al primero lo invita a la acción pollden, sin que abandone las letras por ello; con el segundo quiebra una lanza en honor de la poesia.

Superficialmente, asto pareceria contradletorio. Nohay tal: recuérdese, si no, la fabulita en que un torpe jardinero dejaba alternativamente sin agua ó las flores del jardín ó los peces del estanque. ¿Por qué no acordarse de peces y de flores a la vez? El gran ciudadano ast lo hacía, y no pueden leerse sin emoción las frases en que lamenta que los acontecimientos lo desviaran de sus más caros estudiosjá el, llamado á tan envidiables destinos! ¡Tenemos que copiorlas! Dicen: Odlo á Rosas, no sólo porque ha sido el verdugo de los argentinos, sino también porque, á causa de él, he tenido que vestit las armas, correr los campos, hacerme hombr político y lanzarme á la carrera tempestuoen de las revoluciones sin poder seguir mi vocación literaria. Hoy mismo (1857), en medio de las embriagantes agitaciones de la vida pública, no puedo menos de lanzar una mirada retrospectiva sobre os días que han pasado. y contemplar con envidia a suerte de los que pueden gozar de horas serenas entregados en brazos de la musa meditabunda»...

Uno no puede menos, tampoco, de sonreir enteraecido al leer estas palabras del gran patriclo que anto dio á su generación y a las venideras, el cintadano que, después del rudo batallar del soldato el político, entre una guerra y una campaña paramentaria, entre una relvindicación armada de los derechos del pueblo y una lucha periodística, entre un triunfo y una persecución, entre años de glorla y años de injusto é ingrato olvido, entre las preocupaciones del poder y del mando y las amarguras del par amasado con el sudor de su noble frente, ballo tiempo y fuerza y entusiasmo para cantar como poeta, paraj erigir monumentas, como sus historlas de San Martín y de Belgrano, honrando & anestros proceres, para fundar y cimentar un diario que es bandera de la intelectualidad argentina, para legarnos como simple moneda menuda, libros del temple de este, en que cada página es un ejemplo, una paternal admondción, un deseo materializado de vernos crecer en el concepto de las gentes, y sobre todo en el nuestro—porque nada importa la opinión ajena cuando se llega a la conciencia del deber integralmente cumplido...

Y no queremos detener más al lentor en esta humilde antesala, tanto deseamos compartir, exteriorizândola, au veneración hacia la llustre gombra que revive en el santuario de las páginas siguientes...

Junio 25 de 1906.