de lo cotidiano. En DAANY BEÉDXE el tiempo, la vida y el espacio sucedían de manera totalmente diferente que en el valle. La montaña sagrada había sido construida hace muchos atados de años por los primeros artistas de la piedra interior, y desde esas épocas hasta ese día, seguía funcionando de manera ininterrumpida. Como no era ni un templo, palacio, fortaleza o ciudad, estaba aparentemente desierta, pero al mismo tiempo, se sentía habitado por la fuerza de la energía humana, que compartía la atmósfera de lo misterioso e inconmensurable del recinto.
DAANY BEÉDXE tenía cuatro personalidades, totalmente diferentes una de la otra; en la mañana, al medio día, en la tarde y por la noche. Para Águila Nocturna su predilección era por las tardes y noches.
La estancia en la montaña sagrada entre otras cosas, le permitía desarrollar un contacto, con el ser que habita en lo más profundo de la conciencia. Ese desconocido que generalmente vive dormido y que sin embargo, es parte vital de la existencia.
La relación con su maestro era excelente, entre más pasaba el tiempo, menos lo veía, pues de alguna forma había aprendido a comunicarse con él mentalmente. Esa antigua voz, que siempre habitó en lo más profundo de su ser, era ahora su fiel compañera, con ella compartía la maravillosa experiencia de estar en la Montaña del Jaguar. No sabía si en verdad, la voz que escuchaba era la mente de Serpiente de Estrellas o si era el conocimiento silencioso que habita en cada ser humano, que es la suma de la experiencia de cientos de generaciones, que han vivido antes, y que en el individuo depositan el compromiso de la existencia. Sea lo que fuere, Águila Nocturna se sentía completo y emocionado, con esa presencia, que venía desde sus más profundos adentros, y que al mismo tiempo que sabía que no era él, también estaba seguro que formaba parte íntima de su ser.
Sin embargo, siempre que aparecía Serpiente de Estrellas la alegría del muchacho era manifiesta. La compañía de otro ser humano se convertía en un gozo, porque al final de todo, los seres humanos necesitan de compañía. El amor a la tierra, la madre querida, que