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Parergon

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Al gigante ibérico Miguel de Unamuno, por quien la España actual alcanza proceridad en el mundo.

              Los ojos
                 I
  Cuando murió su amada 
pensó en hacerse viejo 
en la mansión cerrada, 
solo, con su memoria y el espejo 
donde ella se miraba un claro día. 
Como el oro en el arca del avaro, 
pensó que no guardaría 
todo un ayer en el espejo claro. 
Ya el tiempo para él no correría. 
                  II 
Mas, pasado el primer aniversario, 
¿Cómo eran —preguntó—, pardos o negros, 
sus ojos? ¿Glaucos?... ¿Grises? 
¿Cómo eran, ¡Santo Dios!, que no recuerdo?... 
                  III 
Salió a la calle un día 
de primavera, y paseó en silencio 
su doble luto, el corazón cerrado... 
De una ventana en el sombrío hueco 
vio unos ojos brillar. Bajó los suyos 
y siguió su camino... ¡Como ésos!