Pedagogía social/Herencia sexual

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HERENCIA SEXUAL

Desde hace veinticinco años goza la mujer norteamericana de los mismos privilegios educacionales que los hombres: "Y a pesar de ello las universitarias no han dado más que resultados dudosos y contradictorios, sin que hasta el presente pueda decirse que se haya producido un Tolstoi, un Gorki o un Nietzsche femenino", proclaman admirados nuestros hermanos del norte.

Han existido y existen muchas mujeres inteligentes, reconoce Ferri, pero no hay ni hubo nunca, mujer genial, sin que ésto pueda atribuirse al largo cautiverio femenino, a un estado de casi esclavitud, pues el genio, producción especial de la vida, puede brotar en cualquier ambiente social y no es posible admitir una casualidad, providencial siempre para los hombres de genio, desfavorable siempre para la mujer que hubiera podido ser genial.

Muchos, aun hoy, hallarán razón al agustino fray Benito Feijóo cuando nos narra en su "Defensa de las mujeres" que, yendo de camino un hombre y un león, se les ofreció disputar quienes eran más valientes, si los hombres, si los leones: Cada uno daba la ventaja a su especie hasta que llegando a una fuente de muy buena estructura advirtió el hombre que en la coronación estaba figurado en mármol un hombre haciendo pedazos un león. Vuelto entonces a su competidor, en tono convencido, como quien había hallado contra él un argumento concluyente, le dijo: "Acabarás de desengañarte de que los hombres son más valientes que los leones, pues allí ves gemir oprimido y rendir la vida de un león debajo de los brazos de un hombre". "Bello argumento me traes, respondió el león. Esta estatua el hombre la hizo y así no es mucho que la formase como le estaba bien a su especie. Yo te prometo que si un león la hubiera hecho, él hubiera vuelto la tortilla y plantado el león sobre el hombre haciendo jigote de él para su plato".

Al caso: Hombres fueron los que escribieron esos libros en que se condena por inferior a la mujer...

Y con beatífica expresión, concluye el padre Feijóo: "Lo cierto es que ni ellas ni nosotros podemos en este pleito ser jueces porque somos partes; y así se habrá de fiar la sentencia a los ángeles que, como no tienen sexo, son indiferentes".

Sin remontarnos tan alto, fiemos la sentencia a un juez de la tierra. Oigamos la opinión del doctor Carlos Octavio Bunge sobre el tan meneado asunto. En uno de sus dictámenes, el número XXII, si no me equivoco, plantea el asunto de la menor responsabilidad penal de la mujer. Sin establecer la superioridad o la inferioridad de un sexo con respecto a otro no puede negar que, computando los términos medios y las condiciones más características, existen específicos rasgos y diferencias en la psicología sexual; que la teoría del feminismo absoluto viene a ser universalmente contraria al empirismo histórico, a las doctrinas religiosas y filosóficas, a los modernos estudios de biología, puesto que en toda la escala animal, o, por lo menos en los animales superiores, incluso el hombre, el sexo que gesta, pare y lacta, posee una individualidad moral distinta del que engendra. Llamados a funciones diversas en la lucha por la vida y en la lucha por la conservación de la especie, la selección natural les ha formado algo como un distinto tipo específico.

Reconoce el doctor Bunge la verdad de la genial concepción científica de Darwin sobre la teoría de los sexos: A través de toda la naturaleza, prima en el sexo femenino lo que pudiera llamarse el "principio de la conservación"; en el sexo masculino, el "principio de la evolución". Los rasgos anatómicos, fisiológicos y psicológicos de uno y otro sexo, revelan en la hembra algo como un estadio o grado menor de evolución: La hembra mira y tiende al pasado; el macho mira y tiende al porvenir.

La doctrina de la evolución es verdadera hasta en su moralidad basada sobre la selección natural: Pero no es más que una verdad a medias: En un caso particular, examinando la bellota y el roble, por ejemplo, la bellota evoluciona hasta desarrollar el roble porque el roble está involucrado en la bellota. Y la idea de la "involución", de ese algo misterioso hasta ahora, llámesele "absoluto", "energía cósmica", "inteligencia universal" o "divinidad", aparece como el complemento de la "evolución".

Así, el problema de los sexos no es, en el fondo, una cuestión de antagonismo ni de preponderancia unilateral; sino el problema de "la persona humana" considerada bajo su doble aspecto "masculino" y "femenino", aspectos tan importantes el uno como el otro, aunque esencialmente diferentes.

Y la unión de esos dos aspectos, lo "masculino" y lo "femenino", da a la generación su verdadera dignidad e importancia humana que la distinguen de la reproducción animal propiamente dicha.

Por acentuación de los caracteres específicos, la "involución", lo conservador, lo estático, lo femenino, se objetiva al procrear; mientras que la "evolución", lo avanzado, lo dinámico, lo masculino, se subjetiva al idealizar. El hombre, al cultivar las ciencias, las artes, las letras, va creando idealmente tipos humanos cada vez más perfectos.

Lo ideal es a la evolución lo que la imaginación creadora es al artista. Muéstrale la inspiración en el miraje la obra futura y la sola concepción de la belleza lo empuja a realizarla. Fouillé lo dice:

"Las fuerzas, en acción en el mundo o en nosotros, cualquiera que sea su naturaleza intrínseca, concluyen por concebirse en nuestra conciencia y, al concebirse, transformándose en ideas, juzgan lo real, lo modifican, se convierten en ideas-fuerzas".

Así, el hombre concibe idealmente el tipo evolucionado y la mujer lo realiza objetivándolo en el hijo. Y como la idea es fuerza que tiende, en lo normal, a realizarse, el hombre actual, al concebirse mejorado, no hace más que encauzar su energía para que realice, al objetivarse en acción, el tipo creado subjetivamente en ideal.

Cuando la pareja humana se complete, el ideal de evolución que, hasta hoy, y con justicia, ha sido casi puramente masculino, se completará, a su vez, con la fase femenina.

De lo expuesto se deduce la actual inferioridad de la mujer. Sergi cree que en ésta predomina la irritabilidad sobre la sensibilidad, "irritabilidad que es un primer grado de sensibilidad y que puede llegar a ser sensibilidad definida o bien permanecer en su forma originaria. Esta irritabilidad es causa más directa y primera de movimiento, o sea de manifestaciones exteriores, que la excitación que se producirá por sensaciones decaídas y claras, por estados de dolor y de placer. Ella, en parte, queda en esa forma, y en parte pasa a la de sensibilidad; pero siempre se transforma fácilmente en movimiento (directo, cuando es irritabilidad transformada en sensibilidad). Así las manifestaciones más simples tienen la apariencia de derivar de una mayor sensibilidad, mientras que derivan de su primer estadio, la irritabilidad".

¿A qué atribuir la inferioridad actual de la mujer? A la herencia sexual. Como biológicamente es más débil, pues la maternidad significa para el sexo todo un sacrificio enorme de energías orgánicas y psíquicas, mientras en las relaciones universales predomine la fuerza sobre la razón, la mujer no podrá recibir como herencia sexual psíquica más que lo conquistado a pesar de su debilidad física. Objetaráse, como actualmente se objeta en la América del Norte, que aun cuando la mujer disfrute de entera libertad para su desarrollo integral los resultados no corresponden a sus esfuerzos. Pero es que el problema así está mal planteado. La herencia sexual acumulada en ella a través de tantas generaciones como cuenta la especie no puede ser contrarrestada individualmente, en la evolución particular. Necesitaríase la acumulación de la causa: progreso individual continuado en varias generaciones para que la base orgánica de esa debilidad psíquica femenina —el cerebro del sexo, por decirlo así— evolucione progresivamente hasta equivaler al órgano mental del hombre.

Ampliando el diagrama de Ingenieros con un agregado sobre herencia sexual, aceptaremos con él que en las capas más primitivas y fundamentales de la personalidad nosotros podemos descubrir las tendencias e inclinaciones congénitas, recibidas hereditariamente como síntesis de los antepasados (mentalidad de la especie) y como síntesis del sexo (mentalidad sexual); en las capas medias están todas las adquisiciones producidas por la influencia del medio en que el sujeto evoluciona, sintetizando la común experiencia de la sociedad (mentalidad social); en las capas superficiales vemos representadas todas las variaciones estrictamente individuales, los perfeccionamientos recientes en la personalidad, los hábitos mentales que son un distintivo de cada uno antes que el patrimonio colectivo del grupo social (mentalidad individual). Estas cuatro adquisiciones sucesivas del hombre permiten comprender las evoluciones de la personalidad en sus períodos de formación, de perfeccionamiento y de disolución.

Dirásenos que mientras el sexo femenino progresa eI sexo masculino no quedará estacionario.

Entonces se reproducirá el fenómeno observado en nuestra América: Implantada aquí la civilización europea cuya conquista costó milenios a sus legítimos poseedores, desarróllase en estas tierras vírgenes con tan vigoroso impulso que promete equivaler, en un futuro no muy lejano, a la civilización engendradora.

Las leyes de la imitación entrarán en juego si, con entera libertad, se ofrece a la psiquis femenina todas las oportunidades para su integral desarrollo. La emulación sexual hará el resto en beneficio de la pareja humana. Y la función específica femenina, "la maternidad", será el medio natural de impulso, de evolución, de ascensión moral e intelectual. Entonces la mujer, al sentirse madre, comprenderá que es su deber el nutrir a ese hijo en formación no sólo con aire puro, alimentos apropiados o el ejercicio necesario, sino que debe, esencialmente, moldear esa almita con tranquilidad de espíritu, con igualdad de carácter, con sana alegría, con esperanzas siempre renovadas; que debe evitarle toda repercusión de desalientos, de sinsabores, de enojos, de crisis nerviosas.

Así, bajo la influencia de la ley de amor, lo creado creará a su vez, mejorando el hijo a la madre.

Establecida la actual inferioridad femenina no cabe preguntarse porqué no nació un solo genio entre las mujeres.

Ingenieros, al estudiar la psicología del hombre de genio, establece que el genio es un alto equilibrio; que la obra genial sólo puede ser realizada por un cerebro mejor que los demás.

Si la herencia sexual ha colocado hasta ahora a la mujer en condiciones de inferioridad cerebral, ¿cómo extrañarse de que no haya un solo genio femenino en la historia de la humanidad?

Cabría la misma extrañeza ante la no producción de genios masculinos entre razas semisalvajes artificialmente civilizadas.

Un lento proceso evolutivo a través de varias generaciones, en condiciones apropiadas que modificará en absoluto el medio actual y las actuales relaciones sexuales, proveerá a la mujer de un cerebro equivalente en potencia al cerebro masculino. Recién entonces "los ángeles" presagiados por el beato padre Feijóo darán su última palabra sobre este problema que nosotros no podemos, desgraciadamente, más que plantear.