Ir al contenido

Penitencia de San Ignacio

De Wikisource, la biblioteca libre.

Esta obra se encuentra en dominio público. Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio público. (Más información...)

 
Penitencia de San Ignacio
de Pedro Calderón de la Barca


Romance

Con el cabello erizado,    
pálido el color del rostro,   
bañado en un sudor frío,   
vueltos al cielo los ojos,   
más muerto que vivo, haciendo  
de gemidos y sollozos   
los suspiros una esfera,   
las lágrimas dos arroyos,   
a Ignacio su mismo cuerpo,   
helado, sangriento y roto,    
desta manera le dice   
con voz baja y pecho ronco:   
-No te espantes si te trato,   
como ajeno de ti propio,   
que es bien que como otro hable,  
pues ya contigo soy otro,   
no es mucho ignore quién eres,   
si el mismo que soy ignoro;   
que tal tu rigor me ha puesto,   
que aún a mi no me conozco.  
Siete días ha que muero,   
pues vivo sin saber cómo,   
y a mi torpe natural   
forzosas leyes le rompo.   
Negando lo que te pido,   
siete días ha que sólo   
agua de lágrimas bebo   
y pan de dolores como.   
Duros abrojos tres veces   
castigan mis perezosos     
miembros: tan estéril tierra   
¿qué ha de tener sino abrojos?   
Gastadas tengo las piedras   
donde las rodillas pongo,   
y porque cabales vivan     
cubro de sangre los hoyos.   
Vivo cadáver me dejas,   
y en tu espíritu dichoso   
vas a gozar dulces gustos,   
a gustar süaves gozos.     
Todo en amor te transformas,   
porque vivas en Dios todo,   
con una gloria amorosa,   
y con un amor glorioso.   
Al alma sólo regalas:     
quejas justamente formo,   
pues a tus gustos mis penas   
son manjar dulce y sabroso.   
Dueño soy de los sentidos:   
¿qué importa si no los gozo?  
Pues sin alma ¿qué me sirven   
boca, manos, oídos ni ojos?   
Yo sus contentos no gusto,   
yo sus gustos no los toco,   
sus regalos no los veo,  
sus dulzuras no las oigo.   
Mira no se ofenda Dios,   
que cargues sobre mis hombros   
murallas de penitencia,   
siendo el cimiento tan poco.  
Una llama soy que vivo   
obediente a un fácil soplo,   
humilde barro, y al fin   
fuego y humo, tierra y polvo.