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Pensamientos (Rousseau 1824): 28

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HOMBRE CIVILIZADO.


El paso del estado de naturaleza al de civilizacion ha producido en el hombre una mudanza muy notable, sustituyendo en su conducta la justicia al instinto, y dando á sus acciones la moralidad que ántes les faltaba. Solamente entónces fué cuando suce-

diendo la voz del poder al impulso físico, y el derecho al apetito, el hombre, que hasta aquella época no habia mirado mas que á sí mismo, se vió forzado á obrar por otros principios, y á consultar su razon ántes de escuchar á sus inclinaciones. Aunque se prive en este estado de muchas ventajas que posee de la naturaleza, reporta otras tan grandes, se ejercen y desenvuelven sus facultades, se ejercen y desenvuelven sus facultades, se estienden sus ideas, se ennoblecen sus sentimientos, y su alma entera se eleva á tal punto, que si los abusos de esta nueva condicion no la degradasen muchas veces hasta hacerla inferior á aquella de que ha salido, deberia bendecir sin cesar el feliz instante que le arrancó de ella para siempre, y que, de un animal estúpido y limitado, hizo un ser inteligente, un hombre.

¿Donde se halla el hombre honrado que nada debe á su pais? Cualquiera que sea, le debe lo que hay de mas precioso para el hombre, la moralidad de sus acciones y el amor de la virtud. Nacido en lo interior de un bosque, hubiera vivido mas feliz, mas libre; pero no teniendo nada con que luchar para seguir sus inclinaciones, hubiera sido bueno sin mérito, no hubiera sido virtuoso; y ahora

sabe serlo á pesar de sus pasiones. La apariencia sola del órden le conduce á conocerle y amarle. El bien público, que solo sirve de pretesto á los otros, es para él solo un motivo real. Aprende á combatir consigo mismo, á vencerse, á sacrificar su propio interes al interes comun. No es cierto que no saca ninguna utilidad de las leyes: ellas le dan valor para ser justo aun entre los malos; ni es tampoco cierto que no le han hecho libre, puesto que le han enseñado á dominarse, á reinar sobre sí mísmo.

Quien come en la ociosidad lo que él mismo no ha ganado, lo roba: es un rentero ó un criado á quien paga el estado para no hacer nada por él; á mis ojos no se diferencia de un bandido que vive á costa de los pasageros. Aisaldo el hombre fuera de la sociedad, no debiendo nada á nadie, tiene derecho á vivir como quiera; pero en la sociedad, donde necesariamente vive á costa de los demas, les debe en trabajo el precio de su conservación: esto es sin escepcion. Trabajar, pues, es un deber indispensable al hombre social. Rico ó pobre, poderoso ó debil, todo ciudadano ocioso es un bribón.

El hombre y el ciudadano, cualquiera

que sea, no tiene otro bien que poner en la masa comun de la sociedad que él mismo: todos los demas á pesar suyo estan en ella; y cuando un hombre es rico, ó no goza de su riqueza, goza tambien de ella el público. En el primer caso, roba á los otros aquello de que se priva; y en el segundo, nada les da. Asi le queda la deuda social toda entera, en tanto que no paga de su propia riqueza.