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Pensamientos (Rousseau 1824): 40

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Pensamientos
de Jean-Jacques Rousseau
Retrato y carácter del mismo discípulo...

Retrato y carácter del mismo discípulo en una edad mas avanzada; de su entrada en el mundo, y como se comporta en él.


Cualquiera que sea la categoria en que pueda haber nacido, y la sociedad en que principie á introducirse, su estreno será sencillo y sin esplendor. No plegue á Dios que sea bastante desgraciado para brillar en ella: no son sus cualidades de aquellas que dan golpe á primera vista: ni las tiene, ni las quiere tener. Hace poco aprecio de los juicios de los hombres para que lo haga de sus preocupaciones, y no se cura de que se le estime ántes de conocerle. No es modesto ni vano: su modo de presentarse es natural y sin afectacion: no conoce la sujecion ni el disimulo, y en medio de una concurrencia es el mismo que solo y sin testigo alguno. ¿Y por esto será grosero y desdeñoso, sin atencion con nadie? Todo lo contrario: si solo no tiene por nada á los demas hombres, ¿por que no los tendrá por algo viviendo entre ellos? No los prefiere á sí mismo en su corazon; pero tampoco les muestra una indiferencia que está muy lejos

de tener: si no gasta las fórmulas de la cortesía, tiene las atenciones de la humanidad, no gusta de ver padecer á nadie: no ofrecerá su puesto á otro por melindre, pero se lo cederá voluntariamente por bondad, si viendole olvidado juzga que este olvido le mortifica; porque á mi jóven le costará menos estar en pié de su voluntad, que ver al otro estarlo por fuerza.

Aunque Emilio no estime generalmente á los hombres, no les manifestará desprecio, porque les tiene compasion y se enternece con ellos. No pudiendo darles el gusto de los bienes reales, les deja los de la opinion con que se contentan, no sea que quitandoselos sin resarcimiento, los haga mas infelices que ántes eran. No es, pues, disputador, ni tiene espíritu de contradiccion; tampoco es complaciente ni adulador: dice su parecer sin contradecir el de nadie, porque ama la libertad en todo, y la franqueza es uno de sus mas preciosos derechos. Habla poco, porque se cura poco de que se ocupen de él; por lo mismo, solo dice cosas útiles; de otro modo, ¿que le obligaria á hablar? Emilio es demasiado instruido para ser jamas hablador.

Lejos de chocar con el modo de obrar de los demas, Emilio de buena voluntad se conforma con él, no por parecer instruido en los estilos, ni por afectar los modales de un hombre cortés, sino al contrario de temor de que se le distinga, para evitar que se le note, y nunca se halla mas á su gusto que cuando no se repara en él.

Aunque al entrar en el mundo ignora absolutamente los modales de él, no por eso es tímido y medroso: si se esconde, no es por confusion, sino porque para ver bien es necesario no ser visto, porque le inquieta poco lo que se piense de él, y le causa poco miedo el que le ridiculicen. Esto hace que permaneciendo siempre tranquilo y sereno, no se turbe por la mala vergüenza. Míresele ó no, siempre hace lo que sabe lo mejor que le es posible, y estando siempre observando bien á los demas, toma los estilos con una facilidad que no pueden tener los esclavos de la opinion. Puede decirse que toma mas pronto el estilo del mundo, precisamente porque hace poco caso de él.

No os engañeis sin embargo acerca, de su planta, ni la compareis con la de vuestros jóvenes pisaverdes. Es firme, no presumido;

sus modales son libres y no desdeñosos: el aire insolente solo pertenece á los esclavos: la independencia nada tiene de afectado.

Cuando se ama, se quiere ser amado: Emilio ama á los hombres, y por lo mismo quiere agradarles. Con mayor motivo quiere agradar á las mugeres. Su edad, sus costumbres, su proyecto de hallar una estimable compañera, todo concurre á alimentar en él este deseo. Digo sus costumbres, porque estas hacen mucho: los hombres que las tienen son los verdaderos adoradores de las mugeres: no tienen como los otros no sé que especie de algarabía burlona de galanteo, pero sí aquel celo, aquel interes mas verdadero, mas tierno, y que sale del corazon. Yo conocería cerca de una jóven á un hombre que tiene buenas costumbres y domina á la naturaleza, entre cien mil disolutos. Juzgad lo que será nuestro Emilio con un temperamento nuevo y tantos motivos para permanecer en él. Cerca de ellas creo que alguna vez será tímido y confuso; pero seguramente no las desagradará esta confusion, y las menos bribonas tendrán demasiado el arte de gozar de ella y de aumentarla. En cuanto á lo demas, su obsequio mudará sensiblemente

siblemente de forma segun los estados: será modesto y respetuoso con las mugeres casadas, mas vivo y mas tierno con las jóvenes doncellas.

Nadie será mas puntual que él en todas las atenciones fundadas sobre el órden de la naturaleza, y aun sobre el buen órden de la sociedad; pero siempre serán preferidas las primeras á las otras, y respetará mas á un particular de mas edad que él, que á un magistrado de la suya. Siendo pues ordinariamente uno de los mas jóvenes en las sociedades en que se halle, será siempre uno de los mas modestos, no por la vanidad de parecer humilde, sino por un sentimiento natural fundado sobre la razon. No tendrá la impertinente cortesanía y descaro de un jóven fatuo y presumido, que para divertir á la compañía habla mas alto que los hombres de juicio, é interrumpe á los de mas edad; ni autorizará por su parte la respuesta dada por un anciano caballero á Luis XIV, que le preguntaba ¿cual preferiria, si su siglo ó este? Señor, dijo, he pasado mi juventud en respetar á los ancianos, y ahora es necesario que pase mi vejez en respetar á los niños.

Teniendo una alma tierna y sensible, pero no apreciando nada por la tara de la opinion, aunque guste de agradar á los demas, cuidará bien poco de ser tenido en consideracion. De lo que se sigue que será mas afectuoso que cortés, que jamas tendrá altivez ni fausto, y que le moverá mas un cariño que mil elogios. Por los mismos motivos no descuidará ni sus modales ni su porte, y aun podrá quizá tener alguna afectacion en su trage, no para parecer hombre de gusto, sino para hacer mas agradable su figura.

Amando á los hombres porque son sus semejantes, amará sobre todo á los que se le parezcan mas, porque se tendrá por bueno; y juzgando de esta semejanza por la conformidad de los gustos en las cosas morales, tendrá mucho placer en hallar aprobacion en todo cuanto tiene relacion con el buen carácter. No se dirá á sí mismo precisamente: me alegro porque se me aprueba, sino me alegro porque se aprueba lo bueno que he hecho: me alegro de que las gentes que me honran se honren á sí mismas: en tanto que juzguen tan sanamente, será muy plausible merecer su estimacion.