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Pensamientos (Rousseau 1824): 43

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Pensamientos
de Jean-Jacques Rousseau
Pensamientos diversos
PENSAMIENTOS DIVERSOS.


Tantos libros de historia, de relaciones de viages, como se imprimen, nos hacen descuidar el libro del mundo, ó si todavía leemos en él, cada uno se atiene á su hoja.

No somos curiosos sino á proporcion que somos instruidos.

La ignorancia no es un obstáculo al bien ni al mal, es solamente el estado natural del hombre.

Jamas ha hecho mal la ignorancia: solo el error es funesto: no nos estraviamos porque no sabemos, sino porque creemos saber.

Naturalmente el hombre piensa poco. Pensar es un arte que se aprende como todos los demas, y aun mas difícilmente.

El estudio gasta la máquina, agota los espíritus, destruye la fuerza y adormece el valor; y esto solo demuestra que no es á propósito para nosotros.

Nada conserva mejor el hábito de reflexionar que el estar mas contento de sí mismo que de su fortuna.

Un tonto puede reflexionar alguna vez, pero siempre es despues de la tonteria.

Solo un geómetra y un tonto pueden hablar sin figuras.

La critica es una cosa bien cómoda; porque en lo que se ataca con una sola palabra se necesitan páginas para defenderse.

Pocas frases hay que aislandolas no se puedan hacer absurdas. Siempre ha sido esta faena el talento de los criticos de poco mérito, ó envidiosos.

Hay una nobleza de estilo que no siendo natural en nadie nace por sí misma, é indica la pretension de quien se sirve de ella.

Todo observador que se precia de talento es sospechoso. Puede sin pensar en ello sacrificar la verdad de las cosas al brillo de los pensamientos, y dar valor á las frases á costa de la justicia.

Hay cierto unísono en las almas, que al instante se percibe, y que muy luego produce la familiaridad.

El pensar varonil de las almas fuertes las da un idioma particular: las almas comunes no poseen la gramática de esta lengua.

El mas tardío en prometer es el mas fiel en cumplir.

Es un medio escelente de ver bien las consecuencias de las cosas, el sentir vivamente

mente todos los riesgos que nos hacen correr.

El misterio ha sabido alguna vez correr su velo en el seno de la alegre turbulencia y de la magnificencia de los festines.

La glotonería es el vicio de los corazones sin talento.

A todo se puede resistir menos á la benevolencia; no hay medio mas seguro de grangearse el afecto de los demas, que darles el suyo.

¡Que absurdos dicen aquellos que nos exhortan á que hagamos lo que dicen y no lo que hacen! Quien no sabe lo que dice, jamas lo dice bien; porque falta el lenguage del corazon que mueve y persuade.

Los corazones á quienes inflama un fuego celeste hallan en sus propios sentimientos una especie de deleite puro y delicioso, independiente de la fortuna y del resto del universo.

Los consuelos indiscretos solo sirven para aumentar las violentas aflicciones.

La continuidad de los males es la que hace insoportable su peso, y el alma resiste mucho mas fácilmente á los vivos dolores que á la tristeza prolongada.

Un corazon enfermo casi no puede escuchar

la razon sino por el órgano del sentimiento.

Cuando el amor se insinua en lo íntimo del alma, es bien difícil echarle de ella: se fortalece, y penetran sus rayos como una agua fuerte y corrosiva.

Un corazon lánguido es tierno: la tristeza hace que fermente el amor.

La florida algarabía del galanteo está mucho mas distante del sentimiento, que el tono mas sencillo que pueda tomarse.

Alabar a uno en su cara, á menos que no sea á su querida, ¿que otra cosa es que tacharle de vanidad?

Todo el mundo está lleno de esos mandrias que buscan, como se dice, el modo de tantear su hombre, es decir, descubrir alguno que sea mas mandria que ellos, y á costa del cual puedan hacerse valer.

Jamas nos fastidiamos de nuestro estado cuando no conocemos otro mas agradable. De todos los hombres del mundo los selvages son los menos curiosos: todo les es indiferente: no gozan de las cosas, sino de ellos mismos: pasan su vida en holgar, y jamas se fastidian.

El hombre de mundo está todo en su esterior

como no está casi nunca dentro de sí mismo, es siempre estraño, y está incomodado cuando se le obliga á entrar. Lo que es no es nada; lo que parece es todo para él.

El estudiante va á aprender el estilo del mundo á las salas doradas; pero el sabio aprende los misterios en la cabaña del pobre.

Una de las cosas que hacen mas inútiles las predicaciones, es que se hacen indiferentemente á todo el mundo, sin discernimiento y sin eleccion. ¿Como puede pensarse que el mismo sermon convenga á tantos oyentes, tan diversamente dispuestos, tan diferentes en talento, en genios, en edad, en sexo y opiniones? [1] Quizá no hay dos á los cuales pueda convenir lo que se les dice, y todas nuestras afecciones son tan poco

constantes, que no hay quizá dos momentos en la vida de cada hombre, en que un mismo discurso haga sobre él la misma impresion.

Se prodigan las recompensas al genio y al talento despejado, y á la virtud no se le hace obsequio alguno. Hay mil premios para

los bellos discursos, ninguno para las bellas acciones.

La libertad no está en ninguna forma de gobierno, está en el corazon del hombre libre: la lleva consigo á todas partes, asi como el hombre vil lleva la servidumbre.

El genio maléfico de la propiedad infecta todo lo que toca.

No hay asociacion mas comun que la del fausto y la sórdida mezquindad.

En todas partes donde se sustituye lo útil á lo agradable, gana casi siempre lo agradable.

¿Tuvo jamas grandes virtudes el hombre sin defectos?

Los hombres en el norte consumen mucho sobre un suelo ingrato; en el mediodía consumen poco sobre un suelo fértil. De aquí nace una diferencia que hace á los unos laboriosos, y contemplativos á los otros. La sociedad nos ofrece en el mismo caso la imágen de esta diferencia en los pobres y los ricos: los primeros habitan el suelo ingrato, los segundos el pais fértil.

Jamas he visto un hombre que teniendo nobleza de ánimo la muestre en su semblante: esta afectacion es mas propia á las almas envilecidas y vanas.

El mejor matrimonio espone á casualidades; y asi como una agua pura y tranquila empieza á agitarse cuando se acerca la tempestad, asi un corazon tímido y casto no vé sin algun temor la próxima mudanza de su estado.

Una buena madre se alimenta para alimentar á sus hijos, asi como la paloma ablanda en el estómago el grano con que quiere alimentar á sus tiernos pichoncillos.

Hay trabajo y no gusto en turbar el órden de la naturaleza, arrancandola producciones involuntarias que da con dolor en su maldicion, y que no teniendo ni calidad ni sabor, no pueden alimentar el estómago, ni lisonjear el paladar. Solo á costa de grandes gastos en sus hornos y estufas, logra un rico de Paris tener en su mesa malas legumbres y peores frutas de otro tiempo. Si yo tuviese cerezas cuando hiela, y melones en el rigor del invierno, ¿con que placer los gustaria yo cuando mi paladar no necesita ser humedecido ni refrescado? ¿Me seria muy agradable en los ardores de la canícula la pesada castaña? ¿La preferiria, saliendo de la estufa, á la grosella, á la fresa, y á otros frutos á propósito para refrescarme y apagar

mi sed, que se me presentan sobre la tierra sin tantos cuidados ni fatigas? Cubrir su chimenea de vegetaciones forzadas, de flores pálidas y sin olor, es menos adornar el invierno, que quitar parte de su hermosura á la primavera; es quitarse el placer de ir al bosque á coger la primera violeta, á observar el primer pimpollo, y esclamar en un transporte de alegria: ¡Mortales, no estais abandonados, aun vive la naturaleza!

¡Cuantas puertas de personas ilustres tienen suizos (ó porteros) que solo entienden por ademanes ó figuras, y cuyos oidos estan en sus manos!

El espectáculo del mundo, decía Pítagoras, se parece al de los juegos olímpicos. Unos tienen tienda en él, y solo piensan en su provecho; otros pagan con su persona y buscan la gloria; y otros se contentan con ver los juegos, y estos no son los peores.

Los Orientales, aunque muy voluptuosos, todos estan alojados, y sus casas amuebladas muy sencillamente: miran la vida como un viage, y su casa como una posada. Esta razon tiene poca fuerza sobre los ricos que se disponen para vivir siempre.

La caza endurece el corazon asi como el

cuerpo; acostumbra á la sangre y á la crueldad. Se hace á Diana enemiga del amor, y la alegoria es justa; la languidez del amor solo nace en un dulce reposo; un ejercicio violento ahoga los sentimientos tiernos. El amante y el cazador se afectan tan diversamente en los bosques y en los lugares campestres, que sobre unos mismos objetos forman imágenes del todo diferentes. Las frescas sombras, los bosques, los dulces asilos del primero, solo son para el otro pastos de ciervos, espesuras y mansiones de liebres; donde el uno no oye mas que al ruiseñor y gorgeos de las aves, el otro se figura oir bocinas y ladridos de perros; el uno solo imagina Driadas y Ninfas, y el otro cazadores, caballos, y traillas de galgos.

El abuso del tocador no es lo que se piensa; procede mas bien de aburrimiento que de vanidad. No ignora una muger que pasa seis horas ataviandose, que no sale mejor puesta que una que solo ha gastado media hora; pero es tiempo ganado contra la inaguantable largura del día, y vale mas divertirse consigo que fastidiarse con todo.

Se cree que la fisonomía no es mas que un simple desarrollo de los rasgos ya marcados


por la naturaleza. Yo por mí pensaria que ademas de este desarrollo las facciones del hombre llegan insensiblemente á formarse, y tomar fisonomía por la impresion frecuente y habitual de ciertas afecciones del alma; estas afecciones se notan en la cara, nada es mas cierto; y cuando se convierten en hábitos, deben dejar en ella impresiones duraderas. He aquí como yo concibo que la fisonomía anuncia el carácter, y que algunas veces se puede juzgar del uno por la otra, sin ir á buscar esplicaciones misteriosas que suponen conocimientos que no tenemos.

Para vivir en el mundo, es menester saber tratar á los hombres, conocer los instrumentos que obran sobre ellos, calcular la accion y reaccion del interes particular en la sociedad civil, y prever tan exactamente los sucesos, que raramente nos engaitemos en las empresas, ó que á lo menos hayamos tomado siempre los mejores medios para conseguir el éxito que deseamos.

Como los hombres tienen tan diversas ideas, no se afectan todos del mismo modo: lo que parece evidente á uno no parece mas que probable á otro; el uno solo se mueve


por un género de pruebas, y el otro por otro género diferente: todos pueden convenir alguna vez en las mismas cosas, pero es muy raro que convengan en ellas por las mismas razones; lo que muestra cuan insensata es la disputa en sí misma: tanto valdria querer obligar á otro á ver por nuestros ojos.

Cada edad tiene sus resortes que la hacen mover; pero el hombre siempre es el mismo. A los diez años se le gobierna por un bollo, á los veinte por una querida, á los treinta por los placeres, á los cuarenta por la ambicion, y á los cincuenta por la avaricia. ¡Cuando anhelará solo la sabiduría!

Si pudiésemos prolongar la felicidad del amor en el matrimonio, tendriamos el paraíso en la tierra.

Es muy difícil que un estado tan contrario á la naturaleza como el celibato, no arrastre á algun desórden público o secreto. Es dificultoso huir del enemigo que se lleva consigo.

El tiempo pierde su medida para nosotros cuando nuestras pasiones quieren arreglar su curso á su voluntad. El relox del sabio es la igualdad de genio y la paz del alma; siempre está en su hora, siempre la conoce.


El mejor modo de juzgar de nuestras lecturas es sondear la disposicion en que dejan nuestra alma. ¿Que especie de bondad puede tener un libro que no conduce á sus lectores al bien?



FIN.

  1. Prescindiendo de que en nuestra España no hay mas opinion que una (esto es tratandose de las religiosas), como que no se tolera otra religion que la católica, esta máxima del autor debe mirarse como un sofisma. En primer lugar, se ve que no son inútiles los sermones, como quiere suponer, pues que de ellos resulta á la sociedad en general mas bien que mal (y esto solo basta para hacer útil cualquiera cosa), cual es reformar las costumbres, á inspirar amor á la virtud por medio de los ejemplos que de ella se dan, y las máximas morales que contienen, para que el hombre arregle á ellas su conducta y sus acciones; y en segundo, si no se hablase al pueblo congregado, ¿como se propagarían las luces, como se darían á conocer las sublimes verdades de nuestra religion santa, si por sus ministros no se instruyese de ellas á este mismo pueblo sencillo é ignorante por medio de los sermones y pláticas doctrinales, que si no hacen efecto en dos o tres corazones corrompidos por el vicio (bien que estos no asisten á ellos), lo hacen generalmente en todas las almas buenas y sensibles que los oyen? ¿Y cuantas veces los sermones morales, fundados únicamente en el evangelio, sin distracciones agenas de él, han producido las mas bellas acciones, el destierro de los odios, la reconciliacion de enemigos eternos, el perdon de las injurias, los actos mas heroicos de piedad, los rasgos mas eminentes de amor á la patria, y las virtudes mas sublimes? Creo que Rousseau no desmentiría esta verdad tan acreditada por la esperiencia de los siglos. (Nota del traductor.)