Plegaria (del Campo)
«Ni la fuente, ni el ave, ni las flores
Me dejaron rumor, canto ó fragancia.»
Del mundo, en el desierto,
He cruzado, Señor, yermas llanuras;
Y con el lábio seco, el paso incierto.
Y de polvo cubierto,
Por lecho solo hallé las piedras duras.
En mi viaje cansado
No besaron mi frente frescas brisas:
Soles abrasadores la han tostado,
Y en suelo de cenizas
Mis huellas estampadas he dejado.
Nunca lució Dios mio,
A mis ojos, rosado un horizonte;
Siempre mi cielo me miró sombrío,
Como un fantasma el monte,
Y como sierpe enlurecida el rio.
No halagaron mi oído
Con su armonioso canto, aves parleras;
Solo con su fatídico graznido,
Bandadas agoreras,
Por sobre mí pasando, le han herido.
Ni praderas pintadas,
Ni arroyos murmurantes, saltadores,
Ni selvas de tejidas enramadas,
Ni cármenes de flores,
Se ofrecieron jamás á mis miradas.
Luce ahora á mis ojos
Un esplendente, encantador paisaje:
¡Harto he andado ya por sobre abrojos!
¡Que no sea un miraje,
Yo te pido, gran Dios, puesto de hinojos!