Plenitud/LVI (El dolor pasado)
Quiero suponer que tu vida ha sido el rigor de las desdichas.
Sin embargo, por nada cambiarías si el dolor pasado.
Dante dijo: "no hay dolor más grande que recordar los tiempos venturosos en la miseria". Pero volviendo al inversa esta sentencia, debería afirmarse: "no hay placer mayor que recordar los dolores pasados en las horas de serenidad". Y no solamente porque han pasado ya y su aguijón no puede herirnos, sino porque sentimos que nos dieron un cabal concepto del universo, que nos perfilaron el carácter, que nos afinaron el sistema nervioso (colaborador admirable de la evolución); que hicieron florecer en nuestras almas esa divina y encendida rosa de piedad. Y, que han sido, en suma, la única cosecha valiosa de nuestros días.
Nosotros nos encargamos, pues, de pregonar la divina justicia de nuestro dolor; nosotros mismos nos dedicamos a rehabilitar y ennoblecer nuestras pruebas, en cuanto acertamos a alejarnos de ellas de suficiente para verlas en perspectiva.
El dolor es como las nubes: cuando estamos dentro de él sólo vemos gris en redentor, un gris misterioso y trágico; pero en cuanto se aleja y lo dora el sol del recuerdo, ya es gloria, transfiguración y majestad.