Poesías italianas traducidas en castellano
El peregrino, el caballero y el trovador
[editar]EL PEREGRINO | Era pura como el cielo |
EL CABALLERO | Combatí diez años largos |
EL TROVADOR | De Ricardo y Godofredo |
TRÍO | Sin amor el peregrino |
Sonetos
[editar]A la muerte del Redentor
[editar]Cuando la voz de Cristo postrimera
peñas y tumbas con fragor violento
hendió, medroso Adán y soñoliento
el cuerpo del sepulcro sacó fuera.
Tendió los turbios ojos por doquiera
sin concebir absorto tal portento,
y balbuciente preguntó quién era
quien moría en suplicio tan sangriento.
Al saberlo, con mano arrepentida
mesó iracundo su mejilla inerte,
frente arrugada y calva encanecida.
Y volviéndose a Eva, con voz fuerte
que dejó la montaña ensordecida,
dijo: «¡A mi Dios por ti traje a la muerte!»
La muerte de Judas
[editar]I
[editar]Su oro arrojó, y al árbol despechado
el apóstol trepó, traidor a Cristo;
ató el cordel, y el cuerpo abandonado
fué con horror balanceando visto.
Lanzó el alma en su pecho acongojado
ronco estertor: y con lamento mixto
de miedo e ira blasfemó el malvado:
«¡Cuesta un Dios el infierno que conquisto!»
El alma impía vomitó rugiendo,
la Justicia divina asióle airada,
y el dedo en sangre de Jesús tiñendo
su sentencia en la frente amoratada
le escribió, y desdeñosa sonriendo
hundió su espectro en la infernal morada.
II
[editar]Cayó aquella alma en la mansión precita,
y del golpe al estrépito violento
la montaña tembló: mientras el viento
su despojo mortal en lo alto agita,
De la cumbre del Gólgota bendita
su vuelo alzando silencioso y lento,
la vista horrible de su fin sangriento
el coro de los ángeles evita.
Los demonios, saliendo del profundo,
juntáronse en tropel a descolgalle,
y en sus hombros cargando el tronco inmundo,
al infierno otra vez se abrieron calle,
arrojando al espectro vagabundo
el cuerpo vil en el maldito valle.
III
[editar]Al recobrar el alma condenada
el cuerpo en que habitara antiguamente,
de sangre en caracteres señalada
su sentencia inmortal brotó a su frente.
A semejante vista huyó espantada
del vil apóstol la precita gente,
y del infierno le dejó a la entrada
del odio universal blanco viviente.
Pugnaba el miserable avergonzado
la marca por borrar de su delito,
y arañaba su frente despechado
sin lograr de su tez borrar lo escrito:
que con sangre de Dios fué allí marcado
y el rastro de su sangre es infinito.
IV
[editar]En esto un grande estruendo se sentía
por la infernal mansión jamás oído.
Era Jesús, que en gloria conducido
a hollar los reinos de Luzbel venía.
Se halló en la senda que Jesús traía
Judas; callado le miró y corrido:
lloró al fin, mas el párpado oprimido,
lava ardiente, no lágrimas vertía.
Sobre el semblante del traidor, de lleno
reverberó su resplandor divino,
y humo impuro brotó su inmundo seno.
Justicia entonces al tremendo sino
infernal le lanzó: y el Nazareno
tornó la faz, y prosiguió el camino.
Del Petrarca
[editar]Siempre amé, y amo aún y desde ahora
amar espero más de día en día,
aquel dulce lugar donde me guía
el triste amor que mi ánima atesora:
y en amor estoy siempre el tiempo y hora
en que olvidé cuanto cuidado había
terrenal, y amaré más todavía
aquella cuya imagen me enamora.
Mas ¿quién pudiera haber jamás creído
que el tiempo en amarguras me volviera
memorias a quien yo tanto he querido?
¡Oh amor, cómo has rendido mi alma fiera!
¡A no estar de esperanzas mantenido,
do anhelo más vivir muerto cayera!
FIN
- ↑ El primer poema es de A. Maffei, el segundo de Onofrio Minzoni (1734-1817) y los cuatro siguientes de Vincenzo Monti (1754-1826)